**Interesante y estupendo artículo de opinión el que nos envía @BballDadGuru, sobre el baloncesto formativo. Retrata fenomenalmente el papel de todos los agentes que intervienen en el balocesto formativo y nos invita a reflexionar**
CUANDO EL RESULTADO LO PUDRE TODO
Hay una pregunta que últimamente me ronda más de lo que debería: ¿De verdad estamos construyendo un buen entorno para que los niños y niñas crezcan a través del baloncesto?
La respuesta, si somos honestos, duele.
Porque por cada sonrisa sincera de un mini tras su primera canasta, por cada abrazo de equipo, por cada compañero que se sienta al lado del que ha fallado dos tiros libres… hay demasiados gritos desde la grada. Demasiadas órdenes que no tocan. Demasiados entrenadores que ya van por la décima derrota sin pestañear, mientras un padre hace la lista mental de “qué club sería mejor para su hijo”.
No estamos hablando de una anécdota. Hablamos de un fenómeno estructural, un patrón creciente en muchas canchas del país: el de adultos que no saben ocupar su lugar. Padres que presionan. Entrenadores que se olvidan de formar. Directivos que miran a otro lado. Y en medio, niños. Niñas. Con 10, 11, 13 años. Absorbiéndolo todo.
Este artículo es una llamada a frenar. A mirar de verdad. A dejar de usar la palabra “formación” como coartada y empezar a entenderla como una responsabilidad.
El problema no es nuevo. Pero se ha agravado.
Siempre ha habido padres exigentes. Siempre ha habido entrenadores resultadistas. Pero algo ha cambiado: la presión ha escalado y la infancia se ha estrechado.
Hoy muchos niños de 9 años ya compiten cada fin de semana como si se jugaran su futuro. Algunos entrenan 3, 4 o 5 días. Otros cambian de club antes de saber atarse las zapatillas. Y cuando no cumplen con las expectativas del entorno, lo que antes era decepción, ahora se convierte en fracaso.
¿El origen? Es multifactorial.
1. Una cultura del resultado enquistada
Vivimos en una sociedad que mide todo en términos de éxito visible. En el deporte base, eso se traduce en “ganar”. Desde la federación hasta el padre más modesto. Desde el torneo de barrio hasta los campus de tecnificación. ¿Cuántos puntos? ¿Contra quién jugasteis? ¿Ganasteis?
Se ha perdido el foco en el proceso. La mejora, el esfuerzo, la paciencia. El niño que llega tarde al desarrollo o que simplemente juega por pasarlo bien es descartado. No suma. No encaja.
2. Padres bienintencionados… pero desorientados
La mayoría de los padres lo hacen desde el amor. Quieren lo mejor para sus hijos. Pero eso no basta. Porque sin una educación emocional y deportiva mínima, ese amor se convierte en presión, en frustración, en expectativas irreales.
Y cuando el niño no juega, no mete canastas, o pierde… lo que recibe no es apoyo, sino decepción. A veces silenciosa. A veces disfrazada de consejos. A veces en forma de reproche en el coche de vuelta. Todo cuenta. Todo pesa.
3. Entrenadores sin herramientas
Muchos entrenadores de formación son jóvenes, inexpertos, o simplemente no han sido formados para gestionar grupos infantiles. Saben de técnica. Saben de táctica. Pero no siempre saben cómo hablar con un niño que llora porque ha perdido, o con una madre que exige minutos, o con un equipo que solo quiere divertirse, pero el club necesita resultados.
Además, los clubes no siempre acompañan. El entrenador está solo. A veces, quemado. O tentado por el aplauso fácil de una victoria. Y cuando gana, aunque sea gritando, aunque sea dejando sin jugar a tres niños… nadie le dice nada.
Las consecuencias: el precio oculto del adultocentrismo
Podríamos pensar que todo esto forma parte del juego. Que los niños se adaptan. Que ya aprenderán. Pero no. Lo que aprenden —si no intervenimos— no es baloncesto, es trauma.
1. Juegan con miedo
A fallar. A equivocarse. A ser juzgados. Algunos niños no miran al aro… miran al banquillo. O a la grada. Preguntándose si decepcionarán a su entrenador o a su padre.
2. Abandonan el deporte
Lo dicen los estudios: la mayoría de los jóvenes abandonan el deporte entre los 12 y los 15 años. ¿Por qué? Porque deja de ser suyo. Porque no disfrutan. Porque el entorno es tóxico. Porque no compensa.
3. Dañan su autoestima
Si el elogio solo llega cuando se gana, si los errores son penalizados con gestos de desaprobación o banquillo, el mensaje es claro: “vales solo si rindes”. Y ese mensaje, repetido durante años, cala.
4. Aprenden los valores equivocados
No saludan al rival. Discuten con el árbitro. Hacen trampas si pueden. Porque lo han visto. Porque nadie lo corrigió. Porque el modelo fue ese.
Casos que lo demuestran
Lo de Sergio Balaguer fue un punto de inflexión. Entrenador de minibasket, joven, comprometido, agredido por un padre en un torneo por simplemente ayudar a un niño. Se fue. Renunció. No por miedo, sino por hartazgo. Por tristeza. Por impotencia. Su hilo en redes sociales se hizo viral. Gasol le respondió: “No dejes que ganen ellos”.
Su historia se hizo viral. Lo abrazó medio baloncesto español. Pero la pregunta es: ¿cuántos “Sergios” hay que no lo cuentan? ¿Cuántos se van en silencio?
O el caso de Zaragoza, donde un árbitro infantil fue insultado gravemente con expresiones racistas por un padre. Le empujó. Le dejó herido. Todo tras un partido de niñas. De niñas. El árbitro herido y todo acabó en los juzgados.
No son anécdotas. Son síntomas. Son consecuencias.
¿Qué se está haciendo? ¿Y es suficiente?
Algo se mueve. Y eso hay que celebrarlo. La FEB ha impulsado códigos de conducta, protocolos de protección del menor, formaciones obligatorias. Algunas federaciones han limitado marcadores o eliminado clasificaciones en categorías pequeñas.
Se han repartido decálogos para padres. Se han difundido vídeos. Se han sancionado comportamientos.
Pero no basta con poner carteles que digan “Son niños, no profesionales”.
Hace falta un cambio profundo de cultura.
Hace falta coherencia entre lo que decimos y lo que premiamos.
Hace falta valentía institucional para frenar lo que no se puede tolerar.
¿Qué hacen mejor en otros países?
El ejemplo noruego es conocido:
- No hay campeonatos nacionales hasta los 13.
- No se publican resultados en categorías pequeñas.
- El foco está en disfrutar, participar y generar vínculo con el deporte.
Resultado: Noruega lidera los rankings de actividad física y éxito olímpico per cápita. No por competir antes, sino por competir mejor.
En Canadá, el modelo LTAD separa claramente etapas: primero desarrollo físico básico, luego habilidades específicas, más tarde competición. Y en cada fase, el enfoque es distinto.
Australia ha eliminado marcador en sub-10 y ha reforzado la formación pedagógica de entrenadores infantiles.
¿Y nosotros? Seguimos haciendo rankings en benjamines. Seguimos fichando niños de 11 años. Seguimos celebrando técnicos que ganan todos los partidos… aunque se dejen atrás a media plantilla.
¿Y ahora qué?
Para padres:
- No entrenes desde la grada.
- No hables del marcador, habla del esfuerzo.
- No proyectes tus sueños. Acompaña los suyos.
- No hagas de cada partido un examen.
Para entrenadores:
- Educa. Forma. Respeta.
- Aprende a leer a los niños más allá del balón.
- Pon límites. No todo vale por ganar.
- Cuida tu salud emocional también. Tú importas.
Para clubes:
- Establece normas claras.
- Forma a tus técnicos.
- Protege a los buenos entrenadores.
- No conviertas una cantera en una agencia de talentos.
Para federaciones:
- Menos torneos, más formación.
- Menos clasificaciones, más acompañamiento.
- Menos foco en resultados, más foco en procesos.
- Evalúa no solo qué equipos ganan… sino cómo lo hacen.
Una llamada a todos los que creemos en esto
No estamos hablando de un problema menor. Estamos hablando de la infancia.
De cómo será recordado este deporte por quienes lo están viviendo ahora.
De si volverán al pabellón con 25 años a animar… o con 35 al fisio por una rodilla rota y el alma apagada.
El baloncesto puede ser una escuela de vida.
Pero también puede ser una fuente de heridas.
Depende de nosotros.
Volvamos a poner al niño en el centro.
Volvamos a hablar de respeto, de alegría, de juego.
Volvamos a los valores que nos trajeron hasta aquí.
Y si alguna vez dudamos, miremos a los ojos del niño que fuimos. Él sabrá decirnos qué tipo de entrenador o padre necesitábamos.
No se trata de ganar. Se trata de crecer.
Autor: BballDadGuru
Formar personas. Construir futuro. Y hacerlo desde el corazón de una cancha.