Estoy próximo a cumplir 65 años, he dedicado muchísimos años de
mi vida al baloncesto con más o menos acierto, con más o menos satisfacciones,
pero el balance general me ha valido mucho la pena, no se sí calificar al
baloncesto como un modo de vida pero lo que está claro es que para mí ha sido
algo especial y fundamental.
Como casi todos los de mi
generación comencé jugando al fútbol, mi tío Vicente que falleció hace poco fue
jugador profesional con el Córdoba Club de Fútbol y en mi familia el fútbol
estaba a la orden del día, somos seis hermanos y cuatro de ellos llegamos a
jugar en categorías federadas, incluso mi hermano Fernando se sacó el título de
entrenador nacional de fútbol y llegó a entrenar en Tercera División al
Iliturgi de Andújar.
(Equipo Córdoba OJE temporada, 1971-72)
Recuerdo que yo jugaba como
portero en el Santa Fé un equipo filial del Séneca que presidía el padre de
Manolín Cuesta (jugador entre otros del Córdoba y del Español en Primera
División de fútbol) y mis contactos con el baloncesto cuando tenía de 14 o 16
años se remitían simplemente a las clases de Educación Física en el Colegio La
Salle y posteriormente en el Colegio Maristas en el que hice sexto de bachiller
y a los partidos de las ligas internas entre clases.
Cuando empecé a estudiar
Magisterio, me hice muy amigo de Antonio Millán una persona que tuvo bastante
influencia en que yo me dedicara al baloncesto,
él jugaba de pívot en el Córdoba OJE que por aquél entonces militaba en
la Segunda División Nacional de la época, os hablo de la temporada si mal no recuerdo 1968-69.
En la Escuela Normal de
Magisterio se formó un equipo de baloncesto para disputar los campeonatos
universitarios, un día como Antonio Millán era uno de mejores amigos fui a
verlos entrenar y creo recordar que estaban nueve, me dijeron que me animara a
meterme a jugar con ellos para poder estar diez y jugar un 5 contra 5 y ahí
empezó todo, yo estaba próximo a cumplir 17 años, como podéis ver comencé a
jugar bastante tarde hoy día por suerte se empieza a jugar a edades mucho más
tempranas.
Mi primer equipo fue Magisterio,
pero rápidamente Antonio Millán que había sido nombrado entrenador del equipo
júnior de Córdoba OJE y yo estaba en esa edad, me reclamó y me fichó para su
equipo. Con mis 1´87 metros de altura y muy delgado, me hizo jugar de ala-pívot
y en poco tiempo aprendí una enormidad, Antonio era un entrenador muy bueno
enseñando técnica individual y un auténtico especialista en los movimientos de pies
del pívot, como yo era un alumno bastante aplicado y una esponja para aprender
en apenas dos o tres años conseguí entrar en el primer equipo del Córdoba OJE
(me nombraron mejor jugador de categoría sénior en la temporada 1971-72, aún
conservo la medalla). Recuerdo que ese mismo año falleció mi padre a la temprana edad de 45 años, yo no había cumplido aún 19 años y fue muy emotivo para mí cuando guardaron un minuto de silencio en un partido contra el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, (Todos mis compañeros me apoyaron al máximo en esos momentos, pero muy especialmente Antonio Millán y Abilio que era el capitán del equipo y tenía diez años mas que yo).
Estando jugando con el Córdoba
OJE, comencé a hacer mis primeros pinitos como entrenador dirigiendo a un
equipo Infantil Femenino del Colegio Público Jerónimo Luis de Cabrera (fuimos campeones
de Córdoba escolares y saboreé mi primer sector en Cádiz).
Al año siguiente fiché por el
DOSA para jugar en Tercera División Nacional, allí me fui con otros tres
compañeros del Córdoba OJE, Fernando Lara, Gómez Centella y el recordado Abilio
Antolín, motivado porque el Córdoba OJE no tuvo apoyo económico para jugar en
dicha categoría pese a haber ascendido. En el DOSA tuve de entrenador a una
persona entrañable como José Luis Reyes “El Pipa” (ya fallecido), que era como
un padre un padre para nosotros y que formó un equipo que era una auténtica
familia, con algunos de aquellos compañeros como Juan Fuentes y Manolo Garrido
aún sigo manteniendo contacto en la actualidad.
Por aquella época yo había
conseguido trabajo como maestro interino y me destinaron al Colegio Público San
Vicente Ferrer de la Barriada de Cañero y allí me hice cargo de un equipo
infantil masculino con el que conseguimos el título de campeón escolar de los
Colegios Públicos y Subcampeón de Córdoba al perder la final con el colegio
campeón de los colegios privados que fue el Virgen del Carmen y que entrenaba el mítico Pepe Trillo.
Jugaba y entrenaba a la vez,
encima me eché novia (la que hoy día es mi mujer), tuve que incorporarme al
Servicio Militar y me dediqué a preparar las oposiciones de Magisterio, estuve
un año sin jugar y entrenar y cuando volví, seguí jugando como sénior
provincial pero a un nivel más tranquilo y relajado con el equipo de
Magisterio.
Por aquel entonces tenía muchas
cosas en mi cabeza y pensaba más en jugar y divertirme con mis amigos que en
entrenar, pero Jesús Orozco otro de los grandes entrenadores de Córdoba me
llamó para entrenar en el Colegio Maristas, me dieron un equipo infantil de
primer año que el año anterior había estado entrenando con el Hermano Andrés y
se dio la casualidad de que José Luis Reyes “El Pipa” también recaló en
Maristas y se llevó a casi todo el equipo de jugadores que tenía en el Dosa, me
volví a colgar las botas de jugador y durante tres años intentamos ascender a
Tercera División sin conseguirlo, porque aunque nos proclamamos campeones
provinciales no tuvimos suerte en las eliminatorias contra otros equipos
andaluces.
Seguí con mi doble faceta de
entrenador-jugador, pero notaba que mi mente estaba más con la labor de
entrenar que la de jugar, tuve la suerte de estar junto a grandes entrenadores
de los que aprendí muchísimo viéndolos en los entrenamientos y partidos como
Manolo González, Antonio Millán y los anteriormente mencionados Jesús Orozco y
José Luis Reyes “El Pipa”, todos
juntos con la ayuda de los hermanos Carlos (q.e.p.d), Serafin, Andrés y Juanjo
fuimos con mucho trabajo y esfuerzo forjando los inicios de ese gran club que
hoy es Maristas de Córdoba, os estoy hablando allá por la temporada 1975-76 y
siguientes.
Como cualquier entrenador novato,
en mis inicios di muchos palos de ciego, recuerdo el primer partido que dirigí
jugando contra un equipo del Parque Figueroa, terminé afónico y no paré de dar
gritos en cada instante, creo que volví locas a las niñas y me di cuenta que me
tenía que tomar las cosas con más calma.
(Entrenadores de baloncesto y fútbol de Maristas Córdoba, sobre el año 1980)
Como me gustaba meterme en muchos charcos, me hice cargo también (hay que ver que loco estaba con el baloncesto), del equipo senior femenino de Baloncesto del Cub Magisterio que militaba en la liga senior provincial y con el que nos proclamamos tres temporadas consecutivas campeones de la Liga Universitaria, luego cuando íbamos al campeonato Andaluz el equipo de la Facultad de Medicina en la que jugaba Wonny Geuer la madre de los hermanos Juancho y Willy Hernán-Gómez y que militaba en la Primera Nacional Femenina no tenía rival y apabullaba al resto de campeones de las diferentes provincias andaluzas.
En estos años fui haciendo los
cursos provincial (este lo hice una vez como oyente porque no tenía la edad
exigida, siendo el ponente Lolo Sainz que vino a Córdoba a darlo y otra ya con
la edad adecuada con José Antonio Moll como ponente) y regional de entrenador
(con Ezequiel García Agudo como ponente), en aquellos tiempos venían de fuera
de Córdoba a dar estos cursos.
Me retiré como jugador y seguí
entrenando en Maristas aunque nunca me había hecho cargo de un equipo de los
considerados de primer nivel del club, pero en la temporada 1979-80 todo dio un
cambio radical. Fui a Madrid a realizar el Curso Nacional de Entrenadores en el
año 1980, acompañado por mi compañero Jesús Orozco. Viajamos juntos en su
Citroen-tiburón, éramos los dos únicos cordobeses del grupo y nos alojamos en
la misma habitación. Nunca se me olvidará esas noches antes del examen práctico
repasando en la habitación de la Residencia Blumelos movimientos de pies en el pívot que nos
pedía Ramón Guardiola, y que los hacíamos con una pelotita de goma de sus hijos
que llevaba en el maletero del coche.
Ese curso nacional fue un punto
de inflexión grandísimo en mi carrera como entrenador, tuvimos un profesorado
de primer nivel como Aito García Reneses, Moncho Monsalve (a mi me marcó mucho), Mario Pesquera,
Jesús Codina, Joaquín Peiró, Antonio Gómez Carra, ramón Guardiola, etc, fueron quince días de máxima intensidad
viviendo y mamando baloncesto con ocho horas diarias de clase, más las horas de
estudio y convivencia con todos los compañeros que me enriquecieron notablemente
y que me abrieron una perspectiva del baloncesto nueva para mí totalmente,
especialmente en el apartado táctico, en la técnica de entrenamiento y en la
planificación-programación. Fue como
descubrir un mundo nuevo y un baloncesto mucho más avanzado. Aprobamos
los dos cordobeses el curso y además en mi caso tuve la suerte de lograr el
número uno de aquella promoción.
Jesús Orozco que era el
Coordinador de Baloncesto de Maristas por aquel entonces decidió que la
siguiente temporada me haría cargo del primer equipo júnior del club que era un
equipazo y que además había sido dos años campeones de Andalucía de categoría juvenil. Su entrenador Manolo González le había comunicado que quería descansar tras dos
temporadas intensísimas y Jesús pensó que yo era la persona idónea y que había llegado mi momento para dar el salto a objetivos mayores.
(Llegan mis mejores años a nivel
de equipos de cantera (próximo capítulo)