A cualquier entrenador que se precie le gusta ganar, eso es y será a sí siempre por mucho que queramos disimular, pero está claro que no todo es ganar ni mucho menos a cualquier precio. Hay quién asocia ganar con triunfar pero yo permitidme que tenga dudas al respecto.
En estos días he leído muchos artículos sobre Pedro Martínez, su gesta de hace campeón al Valencia Basket y su salida del club inesperada para algunos.
(Inauguración del Pabellón de Pozoblanco ante el Real Madrid de veteranos)
Pedro manifiesta que está contento y orgullos de este título, pero dice que también hubiera estado contento aunque no se hubiera conseguido y lo basa razonando que el trabajo desarrollado está muy por encima del título conseguido. Sus palabras textuales han sido "Intento alejarme del discurso de si se ganan títulos todo es maravilloso y sino no vale nada” "No todo es ganar titulos. He estado en clubes pequeños y medios, lo cual no es fácil y por eso estoy bastante satisfecho cómo se dieron los años.
"Es muy difícil conseguir títulos si no hay paciencia, todo necesita su tiempo, hay que tener un proyecto y los jugadores vayan entendiendo la cosas, además de que el club tenga confianza en uno y los jugadores no tengan miedo a ser cortados. También que hay que tener un poquito de suerte y trabajar duro. Algo está claro, uno no puede juzgar al éxito solamente por si gana un título; no puede medirse si es bueno el trabajo del plantel o del entrenador sólo por los títulos".
Ha comentado que el la respuesta del equipo tras perder la Eurocup fue magnífica, que no se buscaron culpables, que se unieron todos tras la derrota y que gracias al liderazgo de los veteranos Rafa Martínez, San Emeterio y Sato y al compromiso de los mas jóvenes el equipo creyó en si mismo y pasó a ofrecer su mejor versión, con un rendimiento excepcional en el play-off final en el que se aunaron todos los mejores aspectos del juego y se manifestaron en la cancha. Todo ello fue posible porque el staff técnico consiguió transmitir y llegar al corazón y al espíritu de los jugadores y cuando esa conexión se estrecha al límite, la calidad de los jugadores reflota y no hay metas inalcanzables.
Mis experiencias al respecto
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que mi mayor triunfo a todos los niveles no han sido los títulos ni los ascensos conseguidos sino el legado que he podido dejar en muchos de los jugadores que han pasado por mis manos. Desgraciadamente me he dado cuenta de ello en mi última etapa como entrenador, cuando me paran por la calle y me lo comentan o con e-mails y comentarios que me han ido llegando al blog.
(Así vibraba en los partidos la afición pozoalbense)
Mi mayor éxito profesional posiblemente fueran los ascensos con el Club Baloncesto Pozoblanco, con el que en cuatro años pasamos de Tercera División a Liga EBA (cuando no existía la LEB y la Liga EBA era la segunda categoría del baloncesto español tras la ACB), tengo que confesar que los logros me hicieron pensar que yo era un entrenador capaz de todo y mi autoestima creció de forma superlativa. Sin embargo años mas tarde me estrellé estrepitosamente cuando fiché con Peñarroya (hicimos una temporada desastrosa) y me metieron el pecho para dentro (me dí cuenta que no era tan bueno como yo creía), gracias a Dios con el paso del tiempo volvía entrenar al mismo club y estuve dos temporadas en las que todo fue bastante mejor.
¿Era tan bueno con los éxitos y tan malo con los fracasos?, posiblemente ni una cosa ni la otra. ¿Era mi trabajo peor o mejor por el hecho de ganar o no ganar? , creo particularmente que no, es mas con las derrotas mas me esforcé por buscar soluciones, mas horas dediqué al grupo, trabajamos muy duro en muchos aspectos, pero desgraciadamente no acompañaron los resultados y tuve que rescindir el contrato.
Y cual era la diferencia fundamental entre el éxito de un grupo y el fracaso del otro, indudablemente los jugadores no eran los mismos aunque el entrenador si y teniendo la misma ideología y forma de trabajar no tuvimos éxito, ¿cómo sacar conclusiones de una etapa y otra tan diferentes?
Realmente no es fácil contestar a esa pregunta, pero lo que si puedo decir con seguridad, que cuando las cosas vinieron bien rodadas fue porque conseguimos hacer un buen grupo, había entre todos una conexión especial, se palpaba en el ambiente, éramos una auténtica piña, nos apoyábamos unos en otros, todos nos comprometimos e implicamos al máximo, no se escatimaba el esfuerzo y el trabajo, nació un gran feeling, nos reuníamos antes y después de los partidos (la importancia de lo que en rugby llaman el tercer tiempo) y eso hizo que todos remáramos en la misma dirección.
Nuestra unión, esfuerzo y trabajo se plasmaban en la cancha en cada jornada y mantuvimos un núcleo fundamental de la plantilla cuatro años que no es poco ni fácil. Creamos un legado, unas señas de identidad en el equipo y aunque ganamos muchos partidos y conseguimos logros deportivos importantes, creo que nuestro verdadero triunfo fue el legado que dejamos en el pueblo y en el club..