**Interesante artículo de Sergio Badillo entrenador jiennense sobre los momentos que vive la figura del entrenador de baloncesto en los días de prepartido y partido, titulado "Un día cualquiera" . Creo que refleja las situaciones y vivencias por las que mas de uno de nosotros solemos pasar cuando llegan los días de competición. Desde Viveelbasket agradecemos una vez mas a Sergio su colaboración con el blog**
UN DÍA CUALQUIERA
Porque ser entrenador es solo cosa de algunos locos. Es
cosa gente “enferma” que tiene dentro algo que no le deja hacer otras cosas que
suele hacer la gente “normal”. Somos esas personas que no tenemos viajes de
ocio los fines de semana, somos lo que continuamente estamos en nuestro mundo
paralelo, pensando en muchas ocasiones en esas cosas que para nosotros son “lo
más importante de las cosas menos importantes”.
Creo sinceramente que esto del baloncesto y del
entrenamiento es una especie de droga, de opio, que cuando tienes problemas,
hace que duermas profundamente dentro de su mundo.
Es tan efectivo que cuando todo te va bien y las cosas
deportivas no te salen como te lo esperas, te amarga en cierta medida esa
sensación de bienestar.
Esta es la sensación que siento yo como entrenador, he
imagino que muchos más, durante todo el año. Cuando digo todo el año me refiero
no solo al periodo competitivo, me refiero a ese año de septiembre a septiembre
del año siguiente, en el que cuando acaba un periodo, comienza otro de
planificación del siguiente, comienza la asistencia a campus, preparación de
escuelas de verano y miles de actividades que envuelven la vida del entrenador.
Pero quiero centrarme sobre todo en el día pre partido y
el día de partido
Está claro que los entrenadores estamos pensando en un
partido semanas antes o incluso meses desde el conocimiento de la fecha del
mismo, pero el día pre- partido es especial.
Es ese día en el que te sientas y piensas si lo que has
planificado durante toda la semana es lo correcto. Te asaltan las dudas, los
miedos de si es lo correcto o no, como se encuentra el equipo físico-
psíquicamente, como llegará el equipo contrario al partido, resultados
anteriores y un sinfín de etcéteras.
Te sientas pensando en el partido, cenas pensando en el
partido y hablas con tus amigos, familiares, pareja…pensando cómo no en el
partido.
No quieres dejar nada al azar, quieres tenerlo todo bajo
un control que pocas veces se corresponde con la realidad.
Te acuestas y empiezas a imaginar cómo sería el partido
en condiciones normales. Que risa, condiciones normales, las que nosotros
quisiéramos que fuesen y luego no son, aquellas que por desgracia luego no se
corresponde con la realidad.
Te imaginas ese último tiro sobre la bocina para ganar el
partido, esa celebración histórica porque sabes que has conseguido algo más que
una victoria, te imaginas a tus jugadores aupándote al finalizar el partido
como muestra de agradecimiento a toda una temporada…si eso mismo…muchas veces son
utopías, otras muchas, verdad.
Benditas noches de sueños que se hacen interminables a
veces, y muy pasajeras otras tantas. Noches que no puedes dormir ya que tienes
más pesadillas que sueños, nervios más que confianza.
Y llega ese “desayuno”. Desayuno por decirle algo. No te
entra nada. Se llaman nervios. Se llama querer hacer lo que la noche de antes
soñaste. Si el partido es a las 9:30 de la mañana eres un poco privilegiado,
puesto que luego tienes la mañana libre para estudiar (en mi caso y si has ganado).
Si pierdes ya dejas tus “quehaceres” para la tarde si eso.
Si el partido es a las 12 de la mañana la historia es la
misma, pero a la inversa. “Desayunas”, y te sientas delante de los apuntes a,
por supuesto, estudiar, como no.
Donde pone “tipos” te vas directamente a tipos de
defensa, donde pone “capacidades” te vas a como romper la defensa, donde pone “emoción”
te vas a la charla pre-partido. Te lo dice un opositor de educación física.
La hora de antes de la hora que citas a los jugadores,
bendito trabalenguas. Coges tu mochila, maletín, macuto o simplemente pizarra y
te sientas a pensar la primera posesión del partido. La dibujas, te metes
dentro de la pizarra, la ves en 3D, lo sientes, estas ya muy metido en el
partido.
Dibujas la primera defensa del partido. Juegas en casa.
Afición gritando “Defensa” y tu banquillo voceando como si fuera la final de la
NBA. Eso es el ambiente que me enciende. Lo quiero en mi equipo de provincial,
no me hace falta la ACB.
Terminas y preparas todo tu material. Te aseguras que el
video de scouting o el video motivacional funcione. Que el portátil funcione (menos el mío que es especial) y
te montas en el coche.
Que viajes más largos. Los de 10 minutos son 30. Los de 1
hora se vuelven interminables. Te conviertes en el niño impertinente del
anuncio preguntando ¿falta mucho?.
Últimos retoques y revisiones. Ya crees que no te falta
nada por controlar. Pero tu mente se inventa un pequeño detalle más. Puede que
no tenga importancia o puede que te dé el partido, no lo sé, solo sé que en ese
momento no sé nada.
Empiezan la mezcla de emociones, miedo, confianza,
nervios, impulsividad. Empiezan las preguntas. ¿Cómo estará hoy “Pablo”
mentalmente? ¿Habrá venido “Paco” del equipo contrario? Y miles de preguntas
que te nublan.
Cuarenta y cinco antes del partido. Entras al vestuario. Los
jugadores están cambiándose. Algunos se atan las zapatillas con tal minuciosidad,
que parece que se trata de una obra de arte. El arte del partido.
Todos los detalles cuentan. Desde zapatillas, hasta
llevar los calcetines que hace un año te dieron la victoria en un campo
difícil, el pantalón ajustártelo a la cintura, el calentador para…bueno para
tener una imagen de jugador de la NBA sin saber en muchos casos que función
tiene.
Empieza el entrenador a hablar. Todo el discurso que se
había preparado, pasa a ser improvisado total. Nace desde el corazón y no desde
la razón. Es mucho más efectivo.
Miro las caras de los jugadores, algunos con miedo, otros
deseosos de salir a jugar, otros con ganas de tener una nueva oportunidad.
Todos en el mismo mundo pero en el suyo propio.
Llega el calentamiento, voces, balones botando, redes
sonando “CHOF” y gradas apunto de llenarse. Llenarse de ilusión, la gente
falta.
Esa afición, que son los padres de los jugadores o
incluso los míos propios. Por esos hay que luchar muchas veces. Están poniendo
algo más que tiempo. Ilusión se llama.
Llegan los equipos del club. Los pequeños. Si juegas en
el equipo Senior es como si fueses Stephen Curry. Todos gritan a los jugadores.
Si juegan con los pequeños. Benditos pequeños. Que caras
y que ilusión tienen de hacerlo lo mejor posible. Y se encuentran conmigo
echándoles la bronca. Muy mío.
Comienza el partido y… Bueno ahora empieza la realidad.
Todo lo de antes era utopía, también llamado sueño. Pocas veces sale el plan de
partido al dedillo. Quien los tenga y crea que es importante, allá cada loco.
Mi partido. Mi mundo. Me convierto en Sergio Badillo,
otra persona diferente al de la calle. Me pongo en modo entrenador. Da igual si
infantil o Senior. Soy entrenador ahora. Vaivenes de emociones, gestos, protestas, alegrías,
enfados…si ese soy yo, Sergio Badillo, el entrenador.
Pides tiempos muertos, diseñas jugadas estratosféricas ya
que el mago Popovic con sus Spurs hace la jugada para ganar el partido con una
cremallera para el base, que recibe un bloqueo directo después de una situación
de “flex”. No llegan ni a la cremallera. Te frustras y cambias el modo
entrenador al modo “furia”. La perdición, y yo en ese sentido estoy muchas veces
perdido.
El descanso. Me río de la palabra descanso. Nadie
descansa. Los jugadores no son tontos, están continuamente analizando las
situaciones. Los entrenadores tenemos que resumir la información que hemos
conseguido en 20 minutos, resumirla en 2-3 min para que luego tengan tiempo de
calentar. No existen los descansos, estamos procesando y analizando la
información.
Grito de guerra y a jugar. Otro partido. Otro mundo.
Empiezan por lo general al contrario de lo que se ha propuesto en el vestuario.
Bendita psicología.
Intentamos reconducir la situación y muchas veces estamos
al borde del abismo y terminamos cayéndonos. Nos toca levantarnos.
Termina el partido. Si ganas tienes euforia durante días.
En mi caso durante horas ya que siempre encuentro un pero. Si pierdes…bueno
esto es caso aparte.
Te llevas el partido a casa. No sabes cómo ha pasado.
Empiezas a sacar fallos. Sobre todo de los demás. Una de las cosas buenas que
tengo que me autoanalizo y me autocritico yo. Tonto de mí.
Te acuestas. No te duermes, solo te acuestas. Piensas en
todo una vez más y preparas lo que vas a hacer al día siguiente. El chip de
partido es muy pesado, tanto que no lo acabas apagando nunca.
Benditos entrenamientos, benditos partidos, benditas
competiciones sanas y bendit@s esos jugadores/as que se van a sentir
identificados con estas palabras.
No os preocupéis, para nosotros es un día cualquiera.
Sergio Badillo Linares (Entrenador en Unión Baloncesto
Bailén y CAB Linares)