Puede parecer que no es demasiado importante el título de este artículo, pero os aseguro con total rotundidad que es de gran relevancia para los que nos dedicamos a entrenar baloncesto.
Dar a las victorias y a las derrotas la importancia justa que tienen no es tarea fácil, cada entrenador tiene su personalidad y su propia psicología y cada uno las traduce de forma diferente.
(Foto: Extraída del Blog dribleo.com)
(Foto: Extraída del Blog dribleo.com)
Generalmente hay una frase manida que no siempre se cumple con total exactitud, mas de uno habréis dicho alguna vez o por lo menos habréis oído decir: "Cuando se gana o se pierde, gana o pierde todo el equipo", esta frase posiblemente refleje justicia pero desgraciadamente no siempre es así, por mucho que seamos todos conscientes de ello.
Casi siempre la mayoría de los parabienes se los suelen llevar los jugadores, alguna vez de rebote también nos llega a nosotros, generalmente de los mas allegados o de los mas próximos. Sin embargo cuando se pierde toda la vista se vuelve hacia el entrenador, no supo leer el partido, no supo reaccionar ante determinada defensa del rival, no se ha sabido parar al jugador estrella, no se pidieron bien los tiempos muertos, no se hicieron los cambios adecuadamente, estuvo muy tenso y nervioso dirigiendo al equipo, el equipo se le fue de las manos, el equipo no ha tenido orden ni concierto, se fue del partido por protestar a los árbitros, etc, etc.
A veces al entrenador le dan ganas de decir ¡tierra trágame! y nos escondemos bajo el ala dándole vueltas y vueltas al coco, noches sin dormir, la cabeza que no para, que si debería haber hecho esto o aquello, ¿por qué no puse a fulanito?, ¿por qué mantuve tanto tiempo a zutanito?. Pero lo peor llega cuando tras una derrota hay que ver el vídeo del partido que es un auténtico chivato y nos deja medio desnudos, ¡que suplicio!, y lo peor es que no nos queda otro remedio porque la semana siguiente hay otro partido y tenemos que ver en que nos hemos equivocado para corregir los defectos, se pasa realmente mal.
Todo lo contrario sucede cuando se gana, nos llenamos de euforia y vemos el vídeo del partido con total alegría, generalmente se sacan peores conclusiones de las victorias que de las derrotas, porque todo parece mas fácil y no solemos ser todo lo críticos que muchas situaciones requieren.
En mi caso he llegado a hacer cosas que cuando las pienso me parecen irracionales, aunque parezca una utopia yo siempre he dormido bien antes de los partidos, sin embargo ganase o perdiese tras ellos generalmente no he pegado ojo, hubo una época en la que me dio por fumar solo el día después del partido en mi casa (el contraste es que yo nunca fumaba el resto de la semana), entre luces nocturnas, vídeos y tabaco pasaba la noche dándole vueltas al partido, lógicamente al día siguiente estaba medio derrengado y me parece que pocas conclusiones positivas con el cansancio psicológico que acumulaba podría sacar de ello.
Me di cuenta que ese no era el camino y traté de buscar solución a la situación, estaba claro que tenia que relativizar y dar la adecuada dimensión tanto a las victorias como a las derrotas, afortunadamente aunque tardé mas de un año encontrar las vías de análisis adecuadas desterré esta fórmula y por supuesto lo de fumar (de hecho no fumo desde entonces, tampoco era un fumador empedernido mi primer cigarro lo fumé con 29 años y un paquete de tabaco me duraba un mes, en las noches antes nombradas de insomnio caía uno en una noche), esto no es por supuesto ningún ejemplo a seguir sino todo lo contrario es lo que nunca se debe hacer.
En la Enseñanza se suele decir que un verdadero maestro no lo es hasta que no es capaz de enseñar a leer y escribir, pues bien en la trayectoria deportiva del entrenador se podría hacer un símil y decir que un entrenador no es un auténtico entrenador hasta que alguna vez pasa por una situación de fracaso. En mi trayectoria profesional afortunadamente he tenido mas éxitos que fracasos, aunque cuando me ha llegado el fracaso ha sido cuando mas he crecido como entrenador, mi cabeza nunca ha dejado de pensar para buscar soluciones, planificar nuevos ejercicios, trabajar nuevas defensas, buscar estrategias diferentes, establecer rotaciones mas adecuadas, etc.
Cuando todo va bien es muy fácil creernos que somos los reyes del mambo, que somos geniales, que tenemos la varita mágica para todo, que somos unos iluminados especiales. Sin embargo estamos mas que equivocados, en cualquier momento llega el tío Paco con las rebajas y nos pone en el sitio que menos esperamos.
(Foto extraída de http://www.elpais.com/)
(Foto extraída de http://www.elpais.com/)
Si importante es no creer que estamos en el culo del mundo cuando llegan los fracasos y las derrotas, no culpabilizarnos de todo, no pensar que los jugadores también tienen mucho que decir, también es importante tener la humildad necesaria para no sacar pecho cuando todo viene rodado, generalmente siempre llega alguien que te da un golpe y te lo hunde. Alegrarnos si, pero siendo conscientes que el logro es efímero y que a la semana siguiente hay que seguir luchando para seguir manteniendo el espíritu que nos llevó a la victoria y saber que cuando bajemos la guardia alguien mas preparado que nosotros nos pasará por encima, es la ley del deporte.
De la misma manera cuando se pierde hay que tener esperanza, el baloncesto te da la oportunidad de levantarte cada semana, nuestra misión es poner encima de la mesa el camino para encontrar soluciones a las derrotas, analizar el partido pero sin obsesionarnos, saber que el rival también juega, tener claro que el baloncesto es un juego de aciertos y errores (a veces no se tiene un buen día). Saber vivir con el error es clave para un entrenador y si lo asimila adecuadamente, también se lo transmitirá a sus jugadores que no se vendrán abajo cuando lleguen.
Hay que saber digerir las victorias y las derrotas, la búsqueda del equilibrio en este aspecto resulta esencial para la fortaleza mental del entrenador, de su staff técnico y de sus jugadores. Todo lo que no sea esto es crear un clima de ansiedad y de tensión emocional mal controlada que en nada nos ayudará en nuestro trabajo.