Hoy mi relato sobre mis andaduras de baloncesto se va a remontar a mi época de jugador y ya ha llovido un poco, les estoy hablando de la década de los 70 y aunque el baloncesto ha evolucionado mucho en cuanto a reglas, en relación con la preparación física, en la mayor preparación de los entrenadores, en la mejora de las instalaciones y recursos materiales, etc, en la esencia fundamental del juego no ha variado tanto y hay muchas situaciones en las que el jugador por si mismo tiene que vencer sus miedos y disfrutar de sus glorias.
(Una de las pocos fotos de basket de mi época de jugador que tengo, soy el nº5 que mira el rebote)
Mi generación creció apenas sin entrenadores, en la mayoría de los casos fuimos autodidactas aprendiamos jugando y de los rivales, algunas veces veíamos por la un partido de baloncesto retransmitido por Héctor Quiroga (primera persona que posilemente retransmitió por el único canal de TV que existía, un partido en España) y entrenábamos sin apenas medios, a horas intespestivas, duchándonos casi siempre con agua fría y en las instalaciones del viejo Polimecano del Sector Sur. A pesar de todos los inconvenientes, teníamos mucha ilusión, éramos felices jugando a baloncesto y disfrutábamos a tope del deporte que mas nos gustaba.
Al principio lo que mas me gustaba era meter muchas canastas, sin querer fanfarronear ni querer jactarme de nada yo era bastante bueno en ataque, solía estar entre los mejores anotadores de la competición y en el año 1972-73 me dieron una medalla como mejor jugador de Córdoba (en aquellos tiempos sólo se entregaban trofeos a los logros colectivos).
Sin embargo una circunstancia puntual hizo cambiar mi forma de juego y hacerme mejor jugador a la larga, aunque en su momento fue para mi una pequeña pesadilla. Recuerdo perfectamente y aún no se me ha ido de la cabeza como siendo jugador del DOSA en Tercera División Nacional fallé en un mismo partido dos entradas a canasta consecutivas estando absolutamente sólo frente al aro, me quería meter debajo de la tierra, el público me abucheó, ¡que verguenza pasé!, psicológicmente me vi afectado durante un tiempo, y perdí confianza en mi mismo, gracias a Dios hubo quién me aconsejó bien y me dijo que no me cortase y que lo siguiera intentando, que el baloncesto era un juego de aciertos y errores y que lo que me pasó a mi entraba en un guión posible.
Indudablemente aunque me costó mas de lo que creéis me repuse de aquello, pero sin darme cuenta me ayudó a centrarme en otros aspectos del juego que me ayudaron a subir mi autoestima, implicarme mas en defensa, comencé a disfrutar del hecho de hacer ayudas, me dí mas cuenta de la importancia de hacer buenos bloqueos, de dar un pase mas, de incrementar mi porcentaje de asistencias, valorar mas a mis compañeros que hacian el trabajo de intendencia, trabajar mas para cerrar el rebote, etc, en defintiva a ver el baloncesto desde otro prisma que no era exclusivamente el de meter canastas, creo que ahí y en ese momento NACIÓ EN MI LA SEMILLA PARA SER ENTRENADOR, porque empecé a ver el baloncesto de forma diferente y en toda su amplitud.
Por favor que a ningún jugador fallar una entrada o un tiro fácil le cree ningún trauma, ni ninguna pesadilla como a mí como he contado me pasó y si le pasa que sepa levantarse, que no pasa nada, que esto es sólo un deporte y es mucho mas rico y poderoso que el hecho de meter el balón por el aro. ¿Estáis de acuerdo conmigo?