Nos dedicamos a entrenar durante la semana y nos evaluamos en la jornada que cada sábado o domingo disputamos con nuestros equipos y digo nos, porque a la sabida evaluación externa que nos hacen los demás (prensa, afición, directivos, padres y madres, jugadores, etc), añadimos la mas profunda y la que mas no afecta que no es otra que la evaluación interna de nosotros mismos, que suele ser en la mayoría de los casos la mas profunda, la mas crítica y la que mas nios puede afectar.
Aunque lo que mas nos satisface a los entrenadores es ver que nuestro equipo juega bien, que evolucionan a nivel individual y de equipo, que entienden el juego, que están concentrados e intensos en todo momento, no podemos negar que el hecho de ganar o perder siempre está en nuestro sino al elegir ser entrenador de baloncesto.
Cuando se pierde el fin de semana es largo y cuesta muchísimo desconectar si es que alguno lo consigue, la cabeza nos da vueltas y repasamos todo lo que la memoria y la consulta con la almohada nos hace revivir, generalmente la noche posterior al partido se duerme poco y el bombardeo de cosas que pensamos que habíamos debido hacer de otra manera nos suele mortificar, ¿por qué cambié a funalito y no a menganito?, ¿porqué no pedí tiempo muerto?, ¿por qué no cambie la defensa? ¿porqué no elegí la jugada adecuada? ¿porqué dejé a ese jugador sin jugar?, etc, etc.
He pasado muchas noches sin apenas dormir después de los partidos, a mi pasa así, sin embargo la noche antes de los partidos suelo descansar bastante bien, no se si eso le pasa a todo el mundo aunque supongo que habrá de todo. Noches en vela que cuando dirigía un equipo semiprofesional me exigía de alguna manera ver el vídeo del partido para corregir detalles en el entrenamiento del día siguiente (autoflagelación encubierta).
Lo peor que me podría pasar es sentirme culpable de no haber tomado las decisiones mas adecuadas y considerar que mi direción de partido podía haber tenido influencia en dicha derrota, posiblemente en la mayoría de los casos en un partido de cuarenta minutos hay tantas responsabilidades que no parece de recibo pensar que solo la responsabilidad es solo nuestra, pero los entrenadores somo así de responsables, pierdes un partido y estás dos días medio noqueado, en el caso de los jugadores salvo excepciones que las hay, se duchan y a las pocas horas ya les cambia la cara, lo podemos apreciar en cualquier desplazamiento si nos paramos a comer por el camino y en el trayecto de vuelta, no es que no lo sientan pero les dura menos que a nosotros.
Si ganamos generalmente la euforia y las caras de alegría cambian totalmente, haces un partidazo y pierdes por un punto y estás triste cuando no debería ser así, pero digan lo que digan los mas puristas las victorias y las derrotas tienen su influencia en la psicología de los deportistas.
Quizás en un partido podriamos haber cometido errores de bulto, pero si se gana parecen que son menores o al menos no les damos la misma importancia ni nos quitan tanto el sueño. La victoria borra muchas cosas, incluso cuando en un equipo no hay el mejor ambiente el hecho de ganar encubre y camufla muchas situaciones internas, está claro que cuando se pierde sale a relucir todo.
Hay una circunstancia que siempre me ha molestado y no es otra que cuando las cosas salen bien y se consigue una victoria importante, hay ocasiones en la que sale el jugador de turno con una actuación fuera de turno que la estropea. Por poner un ejemplo, el jugador que no se espera a duchar o no hace los estiramientos y se va antes de tiempo, o se hace el remolón y no sale a saludar con los demás, o tiene cara larga mientras que los demas se divierten, etc. Recuerdo que en una ocasión dirigiendo un partido en liga EBA ganamos un partido muy importante al líder del grupo, un jugador de mi equipo que era el ídolo local y que en ese partido apenas salió a jugar tres minutos, cuando todos nos retirábamos a vestuarios, se quedó solo en el campo tirando a canasta en el campo, llamnado la atención de toda la grada y manifestando soterradamente su señal de protesta, eso no me gustó nada y me hizo amarga la victoria.
Os puedo asegurar, que cada derrota me ha hecho aprender muchísimo, la he analizado, la he destripado, me ha hecho cambiar detalles, he buscado ejercicios nuevos para mejorar detalles, he tenido que hacer hincapie en detalles defensivos y ofensivos, he tenido que rearmar psicológicamente al equipo, he buscado todo tipo de soluciones y me ha hecho crecer como entrenador. También he aprendido con el paso del tiempo que hay derrotas que al final suman como si de una victoria se tratase, son esas en las que el equipo da la cara, en las que damos lo mejor de nostros mismos, en las que se los hemos puesto de corbata aun equipo superior, aquellas en las que hemos trbajado a tope y jugado con itneligencia los cuarenta minutos, porque todo eso es ganar y son como siembras para los siguientes partidos.
¿Quiero decir con esto que de la victorias no se aprende? , ni mucho menos, también de los triunfos si somos objetivos y no nos dejamos llevar por la euforia se sacan cosas positivas, lo principal es que nos reafirman en que vamos por el mejor camino, nos dan confianza para seguir manteniendo defensas, sistemas de aatques, planteamientos de juego, rotaciones de jugadores, etc. Y también nos servirán para mejorar aspectos negativos porque no por el hecho de ganar significa que todo lo hayamos hecho bien.
La resaca del fin de semana de los entrenadores puede ser muy diferente, cada persona reacciona de una forma distinta, pero está claro que será según se mire cada derrota y cada victoria.