Navegando por internet en diferentes páginas de baloncesto, en la magnífica página malagueña,
www.basketconfidencial.com, en la sección de anécdotas encuentro una artículo escrito por Javier Dale (de fecha 22 de noviembre), que voy a reproducir aquí porque habla sobre algo que les ocurrió a dos jugadores extranjeros que pasaron por Cajasur cuando militaba en liga LEB, me parece una historia ciertamente curiosa, disfrútenla:
"Como quiera que ya ha pasado casi una década de lo que les voy a contar, y como quiera que los implicados no habitan ya en nuestro país y –sobre todo– como quiera que así no corro el riesgo de que un, y no me censuren, NAC (Negro Atlético Cabreado) quiera acabar con mis días entre ustedes, contaré esta historia, manida ya en el mundillo baloncestístico cordobés, dando nombres, pelos, y puede que hasta señales.
Corría el curso 1997-98 y Eric Cuthrell, pívot americano de larga trayectoria en la LEB, debutaba en España en las filas del Cajasur. Un buen fichaje, que dio un notable rendimiento, aunque al final de la temporada prefiriese emigrar al Abeconsa Ferrol, que le ofrecía un mejor contrato. Dejaba en Córdoba el recuerdo de un buen jugador y, sobre todo, a una cordobesa por la que, dicen, bebía los vientos ¿Y ella? Seguramente no tanto...
El Juventud Cajasur encontró pronto un sustituto para Cuthrell. Su apuesta para la campaña 1998-99 fue Demetris Montgomery. El compatriota de Cuthrell, cosas de la vida, no sólo sustituyó al nuevo jugador del Ferrol en la cancha, sino en otras tareas, probablemente mucho más gratas, que tenían que ver con la cordobesa por la que por la que Eric suspiraba. Seguían en contacto, y cuando Cuthrell supo de la traición, juró venganza. Tenía a Montgomery en su punto de mira, y una fecha marcada en rojo en todos los calendarios: el 11 de diciembre de 1998, fecha del Cajasur Córdoba-Abeconsa Ferrol. Cara a cara con su rival y sustituto, en todos los ámbitos posibles.
Según me cuentan, se especuló mucho sobre cuál sería la reacción de Cuthrell en su vuelta a Córdoba. La duda, parece ser, era si pegaría a Montgomery antes, durante o después del encuentro. Pero Eric demostró que era un tipo con clase. Se vengó de su rival de la mejor manera posible: anulándole en la cancha. A la conclusión del encuentro, con victoria para el Abeconsa por 77-89, Cuthrell había logrado 31 puntos (11 de 17 en tiros de dos, 9 de 12 en libres), 21 rebotes, 7 asistencias, 4 robos, 5 tapones y 8 faltas provocadas. 61 de valoración, récord absoluto y vigente en la LEB ¿Y Montgomery? 13 puntos, tres rebotes y 8 de valoración. Así, claro, se entiende que Cuthrell hiciera carrera en equipos punteros de la LEB –Lleida, Huelva, Murcia– y que Montgomery sólo encontrara trabajo en la LEB2, de la que se despidió el pasado curso.
Dicen que Napoleón Bonaparte fue derrotado en Waterloo porque un inoportuno ataque de úlcera le impidió dirigir la batalla personalmente. O que si Hitler hubiese sido aceptado en la Academia de Arte de Viena en la primera década del siglo XX su nombre figuraría en la historia como el de un pintor mediocre, y no como el de un brutal genocida. Quizá lo más educativo de la historia sea la intrahistoria, las pequeñas parcelas de cotidianidad olvidada que dan lugar a lo que después figura en los libros de texto.
Ese 61 de valoración hace que el nombre de Eric Cuthrell siga siendo recordado casi una década después de lograrlo. Quizá sea hacer justicia reconocer que si el pívot es un mito de la Liga LEB, lo es por el desamor de una mujer."