A lo largo de mis años como entrenador he ido evolucionando y al mismo tiempo cambiando mi visión sobre como introducir la táctica en los diversos equipos y me atrevo a decir que he pasado por cuatro fases fundamentales.
En mi primera fase de entrenador, tenía mas mentalidad de jugador que de entrenador porque en esos momentos jugaba y entrenaba a la vez, era una fase en la que empezaba a almacenar conocimientos, que no le daba demasiada importancia a la táctica y a la estrategia, que no tenía dominados plenamente los conceptos de metodología, preparación física, técnica de entrenamiento, estrategía, etc, quizás por mi ignorancia y mi poco dominio de todas las situaciones en mis equipos predominaba el juego libre con algunos conceptos de ataque de los que haciamos en el equipo senior en el que yo jugaba.
Mis entrenamientos se basaban fundamentalmente en una preparación física y sin una planificación concienzuda, mucha técnica individual pero demasiada analítica y no aplicada de forma integral al juego y demasiada libertad en la táctica y estrategia, los jugadores en la mayoría de los casos eran los que tomaban las decisiones pero de forma de forma intuitiva y espontánea, demasiado libertinaje que aunque a vecs salía bien a mi no me llenaba demasiado, gritaba y corregía demasiado tanto en los entrenamientos y partidos y a veces a pesar de que jugaban a su aire les daba demasiadas indicaciones a la vez, llegué a la conclusión de que a pesar de que no teniamos un arsenal táctico importante, mi mensaje era contradictorio les daba libertad para atacar pero al mismo tiempo les decía y pedía demasiadas cosas, ¿les estaba dejando verdaderamente pensar?
Mi segunda fase de entrenador llegó a medida que fui realizando los diferentes cursos de entrenador, ya habia dejado de jugar y como entrenaba a Maristas un club donde casi siempre ganábamos los campeonatos provinciales esto nos daba derecho a jugar las siguientes Fases de Sector y comencé a descubrir otro mundo al enfrentarnos a equipos campeones de otras provincias muchos de ellos mejores que nosotros, en esas concentraciones conocí a otros muchos entrenadores, charlábamos e intercambíabamos experiencias y se me abrió un mundo nuevo, comencé a asistir a todos los clinics que podía, me relacioné mas con mis propios compañeros observando también con mas detenimiento como entrenaban (aprendí mucho de ellos), me relacioné mucho mas con los entrenadores rivales (al principio los veía mas como enemigos, me dí cuenta que eran compañeros que luchaban por lo mismo que yo pero en otros entornos) y me preparé mas concienzudamente (me hice socio de la AEEB, posteriomente Delegado de ella en Córdoba, organicé algunos Clinics en mi localidad, etc),
Crecí mucho como entrenador a nivel teórico y práctico y mi espoleta final fue el Curso Nacional de Entrenadores en el que tuve como profesores a los mejores entrenadores de la época (Lolo Sainz, Moncho Monsalve, Aito García Reneses, Mario Pesquera, Chus Codina, etc), me faltaba oir a Antonio Diaz Miguel y recuerdo que asistí a un Clinic en Granada en el que me llenó totalmente. Descubrí y me dí cuenta que había otro mundo totalmente nuevo y lleno de inquietudes y sorpresas para mí en el baloncesto, por primera vez asumí que era necesario que me reciclara y me actualizara constantemente como entrenador si quería progresar.
Había almacenado demasiadas ideas en mi cabeza, la pizarrra y las jugaditas se apoderaron de mi pensamiento y comenzó mi etapa de absoluta sistematización en entrenamientos y partidos, me creía el dueño y señor de la táctica y estrategia, practicábamos todo tipo de defensas y las poníamos en práctica, en ataque haciamos innumerables jugadas, cada situación tenía respuesta táctica, todo bajo control, pero bajo mi control, los jugadores se ceñían al guión, los roles totalmente establecidos, los titulares mas titulares, los suplentes mas suplentes, me creía el dueño del mundo y además como los éxitos llegaban y eran continuos, me creía en posesión de la verdad y de alguna manera que era el catedrático perfecto, indudablemente los resultados fueron buenos ¿pero hice mejores a mis jugadores? ¿les dejé tomar sus decisiones en los partidos? ¿desarrollé su creatividad?
Mi tercera fase de entrenador llegó a partir del año 1992, recuerdo que me hice cargo del Club Baloncesto Pozoblanco, dejé atrás una larga etapa en la que había estado siempre entrenando en el Maristas de Córdoba (veinte años) y di un paso hacia el Baloncesto Sénior y de semiélite (por primera vez iba a recibir una pequeña remuneración económica, se abría una etapa nueva con un equipo representante de un pueblo y en el que algunos jugadores cobraban (los que llegaban desde Córdoba y algún jugador local mas). Entrené cuatro temporadas a este equipo ascendiendo desde la Tercera División a la Liga EBA de entonces (lo que hoy sería la LEB Oro) y mi forma de entender el baloncesto también dio un giro importante, que os voy a explicar en las próximas líneas.
Al tener jugadores séniors no podía imponer mi "tiranía táctica", sentía que primero tenía que conocer bien a los jugadores y que puesto que desde abajo no estaban acostumbrados a tanta sistematización táctica tendría que dejarles un mayor margen de maniobra de lo que en mí era habitual, a esa decisión además de la razón dada se unía también que yo no estaba tampoco demasiado satisfecho con tanta sistematización, sentía que a veces se nos iban los partidos porque los jugadores eran demasiados autómatas y jugaban atenazados y encorsetados. Comencé a confiar mas en el jugador, a escucharlo mas, a darle mas confianza y tengo que confesar que me ayudó mucho el hecho de que conté con gente muy trabajadora y muy inteligente, jugadores a los que no me resisto a dejar de nombrar como Agustín Alcántara, Javi Gómez, Victor González, Antonio Moreno, Javi Sánchez, José Manuel Aveledo, "Chema" Martín, Manolo Camacho, etc, marcaron una época importante en mi etapa de entrenador porque me cambiaron totalmente "el chip", también fue importante posteriormente la llegada de otros muchos con los que continuamos la misma filosofía, destacando en especial la llegada del jugador norteamericano Lewi Geter, que además de anotar tenía una visión de juego extraordinaria e hizo mejores a sus compañeros y por qué no decirlo también a su entrenador.
El equipo tenía sus variables tácticas, pero los jugadores aunque se ceñian a un esquema podían salirse de él en un momento dado y tomar las decisiones personales, me dí cuenta que aunque el entrenador era importante aún lo era mas disponer de jugadores inteligentes y creativos, que yo era mas un conductor y mediador que el centro de atención de todo. Si por lo que fuese los jugadores no tomaban buenas decisiones tácticas, mi trabajo se debería centrar en mejorar esa táctica indidual facilitándoles las herramientas y recursos necesarios.
Llegamos a la cuarta fase de mi evolución como entrenador, hasta ese momento con un método u otro todo había seguido un camino de felicidad y éxito, pero a cualquier otro entrenador también me llegaron las decepciones y pasé por etapas difíciles, en magisterio se dice que no se es verdadero maestro hasta que se pasa por primero (ahí se enseña a leer y a escribir que es lo mas difícil de aprender, lo demás viene rodado) y en baloncesto se dice que no eres verdadero entrenador hasta que no pasas por un fracaso y eso me pasó a mi el primer año que entrené a Peñarroya (no voy a relatar los hechos pero nos pasó de todo, las excusas no son mi forma de entender mi trabajo de entrenador), luego pude rehacerme cuando posteriormente volví a entrenar a este equipo desde el 2003 al 2005, esta vez con buenos resultados.
El caso es que la ídea que llevaba desde Pozoblanco de jugar con rigor táctico y al mismo tiempo dando libertad en la toma de decisiones a los jugadores especialmente en ataque ese año no nos funcionó y comprendí que no hay una fómula exacta y mágica para aplicar siempre, que lo que vale con unos jugadores, no vale con otros, porque simplemente cada jugador además de tener una capacidad y calidad intrinseca propia, tiene una inteligencia emocional distinta y única.
En esta última fase me he dado cuenta de lo importante que es el control de las emociones y de la importancia de saber gestionar la dinámica piscológica del grupo que el entrenador tenga en sus manos, no es que antes no tuviera en cuenta ninguna consideración anímica y psicológica, pero no tenía la conciencia total de que gestionar adecuadamente las emociones, las ansiedades, los temores, las euforias, las alegrías e incluso los cabreos de los jugadores en un momento dado, es de una relevancia total.
Hacer grupo con alguna comida o cena, motivar adecuadamente al jugador, transmitirles confianza, hacer piña con ellos, preguntarles por sus estudios o trabajos, ayudarles en un momento de bajón, animarlos, etc. Todo ello beneficia también en la toma de decisiones y nos ayuda a mejorar como colectivo. A fin de cuentas los protagonistas en la cancha son ellos y no nosotros, pero sin olvidar que debe haber una guía común para todos, un eje referencial para el equipo a nivel táctico y estratégico en el cual el entrenador también tiene mucho que decir ya al que se le debe escuchar, eso nunca estará reñido con la libertad en la toma de decisiones de los jugadores durante el desarrollo de los partidos.
¿Dónde se debe fijar la línea roja táctica de un equipo en la toma de decisiones?
Cada vez me he ido dando mas cuenta de la importancia que tiene que los jugadores tomen sus propias decisiones y aprendan a elegir las mejores opciones de juego en un momento dado y estoy convencido que no hay mejor táctica que conseguir jugadores que estén dotados de la mejor técnica individual posible y de que jueguen muchas situaciones de cinco contra cinco para que su táctica individual crezca, que hay que dejarlos que se equivoquen pero también debemos hacerles llegar las herramientas y recursos necesarios para que aprendan de sus errores y los apliquen posteriormente al juego.
Plasmar con éxito la idea que subyace en esta declaración de intenciones, es mi reto y creo que también el de cualquier otro entrenador, porque lo que para un equipo sirve para otro no, porque la materia prima que se ponga en nuestras manos va a determinar muy mucho donde establecer esa línea roja táctica, dependiendo de las caracteristicas de nuestros jugadores y de nuestro equipo (no es lo mismo un equipo de base, que uno profesional), habra que saber delimitar esa línea roja y eso te corresponderá a tí como entrenador, ¡si a tí que me estás leyendo!, nadie va a hacer ese trabajo para tí.
Mira lo que tienes delante, conoce mejor a tus jugadores, comparte miedos, emociones, alegrías y hasta inteligencia, haz que sientan que tiene tu apoyo en la toma de decisiones, pero que las decisiones las tomen ellos (no olvides que tu asesoramiento y orientación es también necesaria, ayúdales a pensar) y la línea roja casi se establecerá por si misma.