Cuando era jugador en los días previos al partido las mariposas invadían mi estómago, esa sensación de inquietud y de nervios previos se apoderaban de mi, se me descomponía la barriga y tenía que ir al baño, ¡a quién no le ha pasado!. Pensaba que con el tiempo me iría acostumbrando, sin embargo nunca fue así, generalmente cuando el balón se ponía en juego esas mariposillas tendían a desaparecer, bueno quizás no del todo, diremos que la tensión la mataba saltando, corriendo, defendiendo, hablando con mis compañeros en la cancha, animando desde el banquillo, etc.
Pasé a ser entrenador y hete aquí que me ha pasado practicamente lo mismo, esa tensión emocional, ese cosquilleo que se mete dentro de tu cuerpo, que comienza en las horas previas al partido con rituales repetitivos, manias, susperticiones, etc. Por qué no decirlo, un estado de cierta ansiedad que una hora antes del choque mientras que los jugadores calentaban me rugía por dentro, esa espera a veces interminable de que la pelotita se pusiera en juego siempre me ha acompañado.
Igual que cuando era jugador con el propio juego en cierta medida disipaba la tensión, como entrenador me inmersionaba en la dirección de partido y con mayor o menor éxito intentaba controlarla: Esa presión con el paso del tiempo siempre ha existido, aunque la experiencia te hace ejercer un autocontrol, ese contar hasta diez que en ocasiones te hace reflexionar y de alguna manera llevar mejor tu estado emocional interior.
Ese estado de mariposillas creo que no es malo, es lo que le dá la salsa a este invento, si no hubiera partidos y competición el baloncesto y por ende cualquier deporte de equipo sería muy aburrido. Saber transformar ese estado en beneficio para nosotros mismos y para nuestro equipo, será lo que nos llevará a ser capaces de disfrutar del día del partido, se se gane o se pierda.
A nadie le gusta perder, eso está clarísimo, pero si no queremos que nos cueste entre comillas "nuestra salud emocional", tenemos que aprender a relativizar tanto las derrotas como las victorias, ni deprimirnos cuando perdemos viniéndonos abajo y pensando que todo está mal, ni sentirnos demasiado eufóricos cuando las cosas nos salgan bien, no tardará en llegarnos algún otro rival que en el que caso que saquemos pecho, nos lo hunda para dentro.
Cuando he entrenado en categorías de mas nivel y de forma semiprofesional me he dedicado a esto, a la presión interna de cada uno, se une el hecho de ganar para seguir vivo, aunque parezca brusco es así ya que si no ganas partidos el primero que va a la calle es el entrenador. Eso desgraciadamente forma parte de este mundo tan apasionante, nos guste o nó hay que aprender a saber convivir con ello y manejarlo.
Cuando entras en dinámica de derrotas, entras en un bucle o espiral que si no eres capaz de salir pronto de él se puede convertir en muy peligroso. En la mayoría de los equipos y temporadas que he dirigido las cosas me han ido bien, pero también he tenido mis fracasos en especial una temporada que acumulamos muchas derrotas seguidas, aquello se convirtió en un sufrimiento exacerbado cada vez que llegaba la hora del partido, disfrutaba entrenando pero sufría dirigiendo. Los entrenadores tenemos tendencia a hacernos responsables de todo (craso error), meternos nosostros mismos una presión demasiado grande, cuando alrededor del equipo intervienen muchos otros factores que inciden en dicha responsabilidad, la propia plantilla, el entorno, los recursos, las circunstancias, el rival, etc.
El día del partido tenemos que hacerlo un día bonito, un día de fiesta, en el que todos vayamos con la ilusión de pasarlo bien, siempre sabiendo que esto es un deporte, que hay que vivirlo como tal, es decir siempre habrá un ganador y un perdedor, lo importante es aprender a saber ganar y perder. Se puede perder y salir satisfecho, siempre habrá detalles y matices de cada partido que nos puede hacer felices, un jugador que hace un gesto técnico maravilloso, un jugador al que vemos progresar, canastas espectaculares, acciones defensivas de calidad, jugadas o sistemas de juego que salen bordados, etc.
No es nada anormal que el día del partido nos suden las manos, nuestra mente se pone a mil, notamos una energia inusitada, pero es necesario saber enfocar esa energia de forma adecuada para que nuestra mejor versión como entrenador o jugador se plasme en la cancha. Centrándonos en la faceta del entrenador debemos saber mentalizarnos para el día del partido, para ello es aconsejable:
- Buscar una rutina pre-juego, es decir un ritual previo que nos ayude a alcanzar la mejor mentalidad o actitud, algo que nos tranquilice, motive y que nos dé esa concentración que se precisa antes de jugar.
- Auto repasar y autoinstruirnos las estrategias y técnicas, aspectos del juego que nos pueden llevar a un mejor desempeño. Tener un diálogo interno con nosotros mismos con palabras y acciones de positividad elevará nuestra confianza.
- Buscar, ver, escuchar discursos motivadores y visualizar e imaginarnos posibles acciones de éxito durante el partido es otra manera de mentalizarnos.
- Mantenernos activos y no estar en casa quietos en un sillón dándole vueltas al partido y en cierta medida martirizando nuestra mente.
- Oir música, creando una lista de reproducción adecuada que nos calme los nervios previos, está sobradamente demostrado que oir música reduce el "estres".
No jugamos ni entrenamos para sufrir, el baloncesto tiene tanta cosas bonitas que cada partido debe ser algo motivador, deseado, vivido y disfrutado. Seguirán existiendo las mariposas, nunca nos van a abandonar, pero me atrevería a decir que si no aparecen las echaríamos de menos, las extrañaríamos. las mariposas del día del partido forman parte y son una parte muy importante de la pasión que tenemos por este deporte.