Es fácil acordarse del primer partido de la final del Oeste, cuando los Lakers remontaron 20 puntos en menos de dos cuartos ante unos Spurs ante ese momento descomunales. Esta vez les tocó a los angelinos, por sus pecados, vivir la situación inversa para entregar (91-97, 3-1 en la serie) mucho más de medio anillo a unos Celtics que exhibieron más que nunca ese orgullo que va cosido a su camiseta, impreso en su escudo. Primera derrota en casa para los de Phil Jackson en estos playoffs. De hecho, primera derrota como locales desde el 28 de marzo. La más amarga y de la forma más dura, sin ser capaces, ya en el último momento, de salvar los muebles a pesar de la recuperación del rival, algo que los Celtics, con aroma ya irresistible a campeones, sí hicieron en el segundo partido.
Nadie está libre de culpa. Kobe, héroe tantas y tantas veces, tuvo un día nefasto (6/19 en tiros) y sus 17 puntos fueron escasos porque llegaron salpicados entre secuencias de fallos. El sistema de dependencia absoluta con el que operan los Lakers en los minutos clave de los partidos esta vez no funcionó, con Bryant absorbido por un Pierce que le defendió de forma extraordinaria en el segundo tiempo y que, otra vez, lideró, al menos en el apartado espiritual, a su equipo. Hasta Phil Jackson se mostró desbordado, esta vez sin esas soluciones de su particular manual que le han convertido en leyenda, sin saber por una vez mover las fichas.
El resto también quedan señalados por un esperpéntico segundo tiempo. Pau Gasol volvió a sus labores de trabajo sucio y de participación ofensiva secundaria y, aunque cumplió durante muchos minutos (17 puntos, 10 rebotes), le faltó al final la misma determinación, la misma presencia que tampoco tuvieron sus compañeros. El español apenas entró en contacto con la bola en los minutos finales y ve como el sueño del anillo queda pendiente de un milagro. Y de los grandes: toca ganar tres partidos seguidos a los Celtics, dos en Boston. Y, más allá de la dificultad intrínseca de la cuestión, no parecen los Lakers en situación, ni física ni mental, de afrontar semejante machada. Deben luchan primero para no entregar el anillo a su eterno rival en su propia pista, y después pensar en la madre de todas las remontadas en un Garden que conserva mucho más del espíritu de su antigua encarnación que este Staples más frío y menos hirviente que el viejo Forum.
Sigue el reparto de culpas con un banquillo que lució en el primer tiempo, cuando todo funcionaba con lustre, pero que no aportó en el segundo. Con un Radmanovic que salió en estado de gracia y fue perdiendo en paralelo la concentración y la inspiración, y con un Odom que firmó uno de los mejores cuartos de su carrera para desvanecerse después. Por fin concentrado, compareció en el partido con ánimo de revancha personal. En el primer cuarto firmó 13 puntos (6/6 en tiros) y 6 rebotes. Al descanso, 15+8... y al final del partido 19+10 sumido en la pendiente hacia el abismo de unos Lakers que lo hicieron todo bien primero y todo mal después. Boston, por su parte, tardó un cuarto en llegar al Staples pero, cuando lo hizo, entró poco a poco en calor y aprovechó su oportunidad con voracidad asesina. Sus estrellas brillaron más en los momentos decisivos, su defensa fue sobresaliente en el segundo tiempo, en el que además jugaron sin Rondo, que no pudo aportar demasiado con su esguince de tobillo, y sin Perkins, también lesionado. Así dieron una lección en un partido que, al fin y al cabo, no ganaron ellos. Lo perdieron los Lakers.
La secuencia de una derrota incomprensible
Primero los datos. Resultado al final del primer cuarto: 35-14. Al descanso: 58-40. En el ecuador del tercer cuarto: 70-50. Desde ahí, con la sentencia teóricamente escrita para los Lakers tras sofocar un par de acercamientos de los Celtics, parcial de 3-23 para igualar el partido a falta de diez minutos para la conclusión. Aún tuvieron los Lakers un último momento de esperanza (81-77), y esta vez llegó un 2-11 que dejó todo (83-88) pendiente de un milagro que no llegó. Más datos: Los Lakers ganaban el rebote 26-16 al descanso. Al final del partido: 41-40. Los Lakers fallaron, además, los ocho triples que lanzaron en el segundo tiempo y volvieron a tener un día poco inspirado desde la línea de tiros libres (21-29).
Los fríos números explican cómo pasó el partido del citado 70-50, o de un anterior 45-21, a un desenlace con el que nadie contaba, cuando todo el mundo, menos los Celtics, hacían cuentas sobre una final en 2-2 y reducida a una mini serie de 3 partidos. A eso apuntaba todo porque la aparición en pista de los Lakers fue espléndida. El sufrimiento, con resolución feliz, del tercer partido parecía haber surtido efecto en los angelinos, que mordían en defensa y recuperaban su juego en ataque, moviendo el balón y apoyándose en los puntos de un Odom en estado de gracia. No hizo falta que Kobe anotara en juego en el primer tiempo (sólo 3 puntos desde la línea de tiros libres). Boston no defendía y no daba señales de vida en ataque, el rebote era local e incluso hombres como Ariza tenían minutos de calidad (6 puntos, 5 rebotes y 1 tapón en apenas 6 minutos).
Pero Boston fue entrando en el partido, aumentando su intensidad defensiva en una progresión que fue de la nulidad del inicio a la ferocidad brutal del último cuarto, y recuperándose en ataque mientras los Lakers olvidaban su estilo y se afeaban. Tras unos minutos de Jekyll, Hyde fue poco a poco enfundándose la camiseta amarilla y apareció un equipo todavía peor que en los partidos de Boston. Sin ideas, sin un Kobe estelar al que aferrarse, sin intensidad defensiva y, en la recta final, sin espíritu, acobardado y encogido ante unos Celtics que primero respiraron, después apretaron los dientes y al final golpearon a un rival que se retiraba en estampida.
Ya en el segundo cuarto, en cuanto los de Doc Rivers usaron fuego real, los Lakers sufrieron y sólo se sentían cómodos al descanso gracias a un 2+1 de Gasol y a un increíble triple in extremis de Farmar. En la reanudación superaron una segunda dentellada pero se quedaron ahí. Ya se había puesto en marcha Pierce (20 puntos, 14 en el segundo tiempo, además de 7 asistencias y su defensa sobre Kobe). Garnett ya estaba produciendo (16 puntos, 11 rebotes) y Allen mantenía su buena tónica de toda la final, renacido tras su horror en las rondas anteriores para firmar 9 rebotes y 19 puntos de pura clase, entre ellos la bandeja decisiva ante una descompuesta defensa rival. Del banquillo surgió un errático House que acertó en los momentos clave (11 puntos) y un Posey absolutamente determinante con sus 4 triples y 18 puntos.
El domingo llega el primer match-ball para unos Celtics que jugarán con la tranquilidad de un colchón (3-1) que parece imposible de rodear para unos Lakers que deberían jugar tres noches al nivel del primer cuarto de este partido. Y ni eso les supondría una garantía entre las llamas del Garden porque no lo fue en un Staples demasiado frío, casi querido de sí mismo, encantado de haberse conocido entre su polvo de estrellas y atónico ante el segundo tiempo de su equipo, digno de visita urgente al psicoanalista. O quizá a la iglesia más cercana, porque el anillo es ya una cuestión de (mucha) fe para los Lakers...
Extraído de www.as.com
Nadie está libre de culpa. Kobe, héroe tantas y tantas veces, tuvo un día nefasto (6/19 en tiros) y sus 17 puntos fueron escasos porque llegaron salpicados entre secuencias de fallos. El sistema de dependencia absoluta con el que operan los Lakers en los minutos clave de los partidos esta vez no funcionó, con Bryant absorbido por un Pierce que le defendió de forma extraordinaria en el segundo tiempo y que, otra vez, lideró, al menos en el apartado espiritual, a su equipo. Hasta Phil Jackson se mostró desbordado, esta vez sin esas soluciones de su particular manual que le han convertido en leyenda, sin saber por una vez mover las fichas.
El resto también quedan señalados por un esperpéntico segundo tiempo. Pau Gasol volvió a sus labores de trabajo sucio y de participación ofensiva secundaria y, aunque cumplió durante muchos minutos (17 puntos, 10 rebotes), le faltó al final la misma determinación, la misma presencia que tampoco tuvieron sus compañeros. El español apenas entró en contacto con la bola en los minutos finales y ve como el sueño del anillo queda pendiente de un milagro. Y de los grandes: toca ganar tres partidos seguidos a los Celtics, dos en Boston. Y, más allá de la dificultad intrínseca de la cuestión, no parecen los Lakers en situación, ni física ni mental, de afrontar semejante machada. Deben luchan primero para no entregar el anillo a su eterno rival en su propia pista, y después pensar en la madre de todas las remontadas en un Garden que conserva mucho más del espíritu de su antigua encarnación que este Staples más frío y menos hirviente que el viejo Forum.
Sigue el reparto de culpas con un banquillo que lució en el primer tiempo, cuando todo funcionaba con lustre, pero que no aportó en el segundo. Con un Radmanovic que salió en estado de gracia y fue perdiendo en paralelo la concentración y la inspiración, y con un Odom que firmó uno de los mejores cuartos de su carrera para desvanecerse después. Por fin concentrado, compareció en el partido con ánimo de revancha personal. En el primer cuarto firmó 13 puntos (6/6 en tiros) y 6 rebotes. Al descanso, 15+8... y al final del partido 19+10 sumido en la pendiente hacia el abismo de unos Lakers que lo hicieron todo bien primero y todo mal después. Boston, por su parte, tardó un cuarto en llegar al Staples pero, cuando lo hizo, entró poco a poco en calor y aprovechó su oportunidad con voracidad asesina. Sus estrellas brillaron más en los momentos decisivos, su defensa fue sobresaliente en el segundo tiempo, en el que además jugaron sin Rondo, que no pudo aportar demasiado con su esguince de tobillo, y sin Perkins, también lesionado. Así dieron una lección en un partido que, al fin y al cabo, no ganaron ellos. Lo perdieron los Lakers.
La secuencia de una derrota incomprensible
Primero los datos. Resultado al final del primer cuarto: 35-14. Al descanso: 58-40. En el ecuador del tercer cuarto: 70-50. Desde ahí, con la sentencia teóricamente escrita para los Lakers tras sofocar un par de acercamientos de los Celtics, parcial de 3-23 para igualar el partido a falta de diez minutos para la conclusión. Aún tuvieron los Lakers un último momento de esperanza (81-77), y esta vez llegó un 2-11 que dejó todo (83-88) pendiente de un milagro que no llegó. Más datos: Los Lakers ganaban el rebote 26-16 al descanso. Al final del partido: 41-40. Los Lakers fallaron, además, los ocho triples que lanzaron en el segundo tiempo y volvieron a tener un día poco inspirado desde la línea de tiros libres (21-29).
Los fríos números explican cómo pasó el partido del citado 70-50, o de un anterior 45-21, a un desenlace con el que nadie contaba, cuando todo el mundo, menos los Celtics, hacían cuentas sobre una final en 2-2 y reducida a una mini serie de 3 partidos. A eso apuntaba todo porque la aparición en pista de los Lakers fue espléndida. El sufrimiento, con resolución feliz, del tercer partido parecía haber surtido efecto en los angelinos, que mordían en defensa y recuperaban su juego en ataque, moviendo el balón y apoyándose en los puntos de un Odom en estado de gracia. No hizo falta que Kobe anotara en juego en el primer tiempo (sólo 3 puntos desde la línea de tiros libres). Boston no defendía y no daba señales de vida en ataque, el rebote era local e incluso hombres como Ariza tenían minutos de calidad (6 puntos, 5 rebotes y 1 tapón en apenas 6 minutos).
Pero Boston fue entrando en el partido, aumentando su intensidad defensiva en una progresión que fue de la nulidad del inicio a la ferocidad brutal del último cuarto, y recuperándose en ataque mientras los Lakers olvidaban su estilo y se afeaban. Tras unos minutos de Jekyll, Hyde fue poco a poco enfundándose la camiseta amarilla y apareció un equipo todavía peor que en los partidos de Boston. Sin ideas, sin un Kobe estelar al que aferrarse, sin intensidad defensiva y, en la recta final, sin espíritu, acobardado y encogido ante unos Celtics que primero respiraron, después apretaron los dientes y al final golpearon a un rival que se retiraba en estampida.
Ya en el segundo cuarto, en cuanto los de Doc Rivers usaron fuego real, los Lakers sufrieron y sólo se sentían cómodos al descanso gracias a un 2+1 de Gasol y a un increíble triple in extremis de Farmar. En la reanudación superaron una segunda dentellada pero se quedaron ahí. Ya se había puesto en marcha Pierce (20 puntos, 14 en el segundo tiempo, además de 7 asistencias y su defensa sobre Kobe). Garnett ya estaba produciendo (16 puntos, 11 rebotes) y Allen mantenía su buena tónica de toda la final, renacido tras su horror en las rondas anteriores para firmar 9 rebotes y 19 puntos de pura clase, entre ellos la bandeja decisiva ante una descompuesta defensa rival. Del banquillo surgió un errático House que acertó en los momentos clave (11 puntos) y un Posey absolutamente determinante con sus 4 triples y 18 puntos.
El domingo llega el primer match-ball para unos Celtics que jugarán con la tranquilidad de un colchón (3-1) que parece imposible de rodear para unos Lakers que deberían jugar tres noches al nivel del primer cuarto de este partido. Y ni eso les supondría una garantía entre las llamas del Garden porque no lo fue en un Staples demasiado frío, casi querido de sí mismo, encantado de haberse conocido entre su polvo de estrellas y atónico ante el segundo tiempo de su equipo, digno de visita urgente al psicoanalista. O quizá a la iglesia más cercana, porque el anillo es ya una cuestión de (mucha) fe para los Lakers...
Extraído de www.as.com
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