Un entrenador me escribe y me pregunta sobre que puede
hacer para mejorar la actitud de uno de sus jugadores en los entrenamientos y
partidos. Me comenta que el jugador que está en edad infantil es el más alto y
el que mejor condiciones físicas y técnicas tiene de su equipo, pero que él
considera que podría dar mucho más de sí mismo, pero no se esfuerza lo
suficiente, a veces está disperso y ausente, se le corrigen detalles, pero no
presta demasiada atención, repite los mismos errores y no pone interés en cambiarlos,
entrenando a la mínima ocasión está de risas con los compañeros, etc.
Incluso técnicamente su respuesta es mínima a las correcciones, me pone el
ejemplo de indicaciones que le hace como: 1) no bajes el balón cuando cojas un
rebote en ataque, 2) intenta estar más flexionado, 3) Dale arco al tiro, etc y
le entran por un oído y le salen por otro.
Él tiene mucha fe en ese jugador por las posibilidades que le atisba en el
futuro, tiene buena coordinación, físicamente está bien dotado, es muy alto en relación
con los chicos de su edad, bota bien, es capaz de salir botando de costa a
costa, es muy buen pasador con una mano, penetra bien a canasta, es bastante
ágil y veloz para su edad, pero no explota suficientemente sus cualidades, solo
de forma intermitente y esporádica.
Este entrenador siente que no sabe dar con la tecla para motivarlo y que mejore
su actitud, lo ha intentado todo desde los refuerzos positivos, dialogar mucho
con él para intentar entenderlo, aunque el chaval es introvertido y no se abre
mucho, incluso castigarlo o abroncarlo, pero no consigue que el jugador se
implique totalmente en su aprendizaje, se esfuerce al máximo y trate de buscar
lo mejor de sí. Por eso se dirige a mí, a ver si soy capaz de darle la receta o
fórmula mágica que cambie la historia.
La verdad es que no es nada fácil, a lo largo de mi larga trayectoria como
entrenador me he encontrado con muchos tipos de jugadores y conseguir buscar la
motivación adecuada para conseguir mejorar la actitud de un jugador sea
posiblemente lo más difícil de todo.
Hace poco un entrenador comentaba en el blog, que el jugador ya debe
llegar motivado de casa y que si no es así los entrenadores tenemos poco que
hacer, yo no estoy nada de acuerdo con ese pensamiento al contrario creo que
tenemos mucho que decir.
Es muy difícil ayudar a quien no se deja ayudar, pero tratándose de un chaval
de edad infantil que es inmaduro, creo que debemos intentar ganarlo para la
causa y no cejar en el empeño de encontrar fórmula y la manera de dar con el
"chip" que le haga dar una vuelta de tuerca a su actitud.
Posiblemente cuando sea más maduro se dará cuenta de ello y dará un gran salto
en su actitud, ¿pero ¿cuándo llegará su madurez? ¿tenemos que esperar hasta
ello?, ¿cuando llegue, cuanto se habrá dejado atrás en su evolución y
crecimiento como jugador?, ¿permanecemos los entrenadores impasibles ante ello
o buscamos herramientas y caminos para que el cambio de actitud se consiga
cuanto antes? ¿nos olvidamos de él y le dejamos a su aire?
Creo que nuestro reto como entrenadores debe ser rompernos la cabeza,
buscar a un psicólogo que nos asesore, esa figura en el deporte actual cada vez
es más necesaria y conseguir ganarnos para la causa al jugador, no podemos
perder nunca a ningún jugador, más si reúne las condiciones que su entrenador
me dice.
¿Qué podemos hacer para
mejorar su actitud?
La “actitud” de
un jugador se caracteriza por tres aspectos fundamentales:
1) Confianza en
su capacidad.
2) Comprender
que no lograr un objetivo concreto, no significa que no se pueda lograr el
objetivo general.
3) Creer
firmemente en que, si hace bien su trabajo, podrá mejorar su rendimiento.
Nuestro trabajo
como entrenadores debe ir encaminado a conseguir y mejorar en nuestros
jugadores los tres puntos anteriores, para ello trataremos.
- Que el
jugador asuma su responsabilidad personal. Para ello debemos fomentar
un entorno que lo favorezca en el que el entrenador y los jugadores asuman la
responsabilidad que puedan controlar. Si cada uno mejora en su tarea, el
rendimiento individual mejorará y puesto a servicio del equipo también mejorará
el rendimiento colectivo.
Forma parte de la
responsabilidad personal que cada jugador asuma el rol que tiene en el equipo.
El entrenador puede mejorar esto fijando objetivos y midiendo si estos se
logran o no, trasladando su opinión a los jugadores.
- Marcar
objetivos realistas, pequeños y alcanzables. Esto es una estrategia
motivadora para ir dando pasitos en la actitud de los jugadores. Con pasos
pequeños se llega a grandes metas. Conseguir un objetivo, es un gran factor
motivador para conseguir el objetivo siguiente.
Cuando marcamos
un objetivo realista, se convierte en un reto a conseguir en la mente de un
jugador y eso suele incidir en que a veces logra avanzar técnicamente y dar
pasos que inicialmente no pensaba que pudiera lograr. Eso los motivará de forma
especial y desde objetivos pequeños le encaminarán a conseguir objetivos
mayores.
-
Mentalizarlos de que hay que entrenar arduamente. Los grandes jugadores
suelen ser los que trabajan más duro y más se esfuerzan. Sin esfuerzo y
sacrificio no se consigue nada. Los jugadores más jóvenes no le dan demasiada
importancia a lo que pueden lograr. Entrenan para pasarlo bien y estar con sus
amigos, que se diviertan entrenando no es malo, pero si es que no aprovechen
toda su capacidad o potencial (físico, técnico y psicológico).
- Alentarlos y
animarlos a que hagan el máximo esfuerzo posible. Es muy importante como
llevar a la práctica esto, bien sea con gritos de ánimo, con charlas
motivadoras, etc. Pero el papel de los refuerzos positivos en este aspecto es
esencial. Hay que huir de comentarios negativos o despectivos, amenazas de
castigo, etc.
- El contacto
humano también es importante. A veces con una frase y echarle la mano sobre el hombro
a un jugador suele causar efectos impensables. Esto que aparentemente parece
que no tiene mucha relación con la actitud, es más importante de lo que parece
porque el entrenador mejora su conexión con el jugador. Los jugadores lo hacen
entre sí, no solo consolándose, también animándose con palmadas, etc. Todo ello
favorece la conexión del grupo, cuando cada jugador se siente mejor, está claro
que responderá mejor y su actitud será mucho más positiva.
Conclusión
No soy psicólogo
que quede claro, pero siempre me ha interesado esa faceta. He intentado
prepararme y y beber de fuentes bibliográficas al respecto (también en este artículo).
Además, en cuarenta y cuatro años de docencia como profesor y otros tantos como
entrenador algo he aprendido y sin estar en posesión de la verdad, creo que los
consejos que se aportan en este post quizás puedan ayudar a este entrenador que
me hace la consulta.
Para terminar, nunca hay dos casos iguales cuando se habla de actitud del deportista, habría que conocer a fondo las características personales de cada jugador (su entorno familiar, su personalidad, su carácter, su capacidad física, su capacidad mental, su entendimiento del juego, etc), para dar una respuesta lo más acertada y concreta posible. No creo que haya nadie que busque soluciones mejores que el entrenar que trabaja a diario con dicho entrenador, es el que mejor lo conoce y el que más se preocupa, aunque entiendo que a veces es el que más se desespera con dicha situación.
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