**Reproducción de la columna de opinión de Juanma López Iturriaga publicada este lunes 1 de septiembre en "El País".**
Con el anuncio de la contratación de Aíto García Reneses por el Unicaja se cierra definitivamente el círculo de su paso por la selección española de baloncesto. Tampoco es que hiciese falta este comunicado, ni el anterior de su renuncia como seleccionador. Estaba más que cantado desde que Aíto aceptó una oportunidad difícil de rechazar: dirigir a la mejor selección de la historia en su cita más importante, los Juegos. Pero pensar que Aíto, en la cumbre de su carrera como técnico, iba a conformarse con entrenar dos meses al año entraba en el terreno de creencias como los Reyes Magos o el ratoncito Pérez. Por no hablar de la curiosa situación de que, mientras todos los equipos ACB tenían entrenador para este año, el Unicaja, uno de los ilustres, mantenía su silla vacía. Aun así, los diferentes actores han llevado la ficción hasta el final. Pues vale.
El paso de Aíto por la selección ha sido fugaz. Un día de éstos, a la ACB le dará por derogar esa directriz que impide compaginar un club con la selección. Se me debe escapar alguna cuestión capital para entenderlo, pues no termina de encajarme la incompatibilidad. Tampoco entiendo que los éxitos de la selección no se compartan como se debería por los clubes, que, al cabo, son los que forman y a los que pertenecen los jugadores. Esta falta de sintonía ha provocado una doble percepción: la selección, o sea, la federación, funciona. La ACB, en cambio, no atrapa interés más allá de seguimientos locales.
Volviendo a Aíto, si bien su estancia ha sido breve, no ha resultado banal. No sólo por el resultado obtenido, espectacular e histórico, sino también porque de su mano se produjo el comienzo de la renovación de un colectivo instalado en el éxito desde hace varios años. En muy poco tiempo, Aíto cambió el estilo de la selección, que dejó de tener su ventaja competitiva en el ataque para radicarla en su defensa; varió las jerarquías y rotaciones, promocionó a la pareja Ricky-Rudy y nada ni nadie le hizo moverse un ápice de sus convicciones tácticas. Desde el éxito de Japón se reconocía que, por encima de todo, España era un equipo. Pero ese equipo tenía definidas sus principales caras: Pau Gasol, Calderón, Navarro y Garbajosa. Salvo Pau, los otros tres han quedado muy difuminados. Incluso Pau no ha sido el habitual dominador. Esto concuerda con el estilo del técnico, refractario a protagonismos individuales. Ya lo hizo en el Barcelona y el Joventut y lo hará en el Unicaja.
El tiempo y los resultados le han dado la razón. Para que nada quedase susceptible de crítica, se cerró la participación con la final soñada, en la que todo cuadró, salvo la derrota. Con su increíble partido, España recuperó su esplendor, ausente en partidos anteriores, exitosos pero algo funcionariales. Explotó en el momento justo y ante el rival adecuado, EE UU, confirmando la excepcionalidad de este grupo y apuntando al futuro con unos sutiles cambios de funcionamiento que invitan al optimismo a pesar de alguna ausencia ya anunciada. En ese futuro ya no estará Aíto, cuyo paso ha sido tan breve en el tiempo como profundo en su significado.
Fuente: "EL País" y FEB
El paso de Aíto por la selección ha sido fugaz. Un día de éstos, a la ACB le dará por derogar esa directriz que impide compaginar un club con la selección. Se me debe escapar alguna cuestión capital para entenderlo, pues no termina de encajarme la incompatibilidad. Tampoco entiendo que los éxitos de la selección no se compartan como se debería por los clubes, que, al cabo, son los que forman y a los que pertenecen los jugadores. Esta falta de sintonía ha provocado una doble percepción: la selección, o sea, la federación, funciona. La ACB, en cambio, no atrapa interés más allá de seguimientos locales.
Volviendo a Aíto, si bien su estancia ha sido breve, no ha resultado banal. No sólo por el resultado obtenido, espectacular e histórico, sino también porque de su mano se produjo el comienzo de la renovación de un colectivo instalado en el éxito desde hace varios años. En muy poco tiempo, Aíto cambió el estilo de la selección, que dejó de tener su ventaja competitiva en el ataque para radicarla en su defensa; varió las jerarquías y rotaciones, promocionó a la pareja Ricky-Rudy y nada ni nadie le hizo moverse un ápice de sus convicciones tácticas. Desde el éxito de Japón se reconocía que, por encima de todo, España era un equipo. Pero ese equipo tenía definidas sus principales caras: Pau Gasol, Calderón, Navarro y Garbajosa. Salvo Pau, los otros tres han quedado muy difuminados. Incluso Pau no ha sido el habitual dominador. Esto concuerda con el estilo del técnico, refractario a protagonismos individuales. Ya lo hizo en el Barcelona y el Joventut y lo hará en el Unicaja.
El tiempo y los resultados le han dado la razón. Para que nada quedase susceptible de crítica, se cerró la participación con la final soñada, en la que todo cuadró, salvo la derrota. Con su increíble partido, España recuperó su esplendor, ausente en partidos anteriores, exitosos pero algo funcionariales. Explotó en el momento justo y ante el rival adecuado, EE UU, confirmando la excepcionalidad de este grupo y apuntando al futuro con unos sutiles cambios de funcionamiento que invitan al optimismo a pesar de alguna ausencia ya anunciada. En ese futuro ya no estará Aíto, cuyo paso ha sido tan breve en el tiempo como profundo en su significado.
Fuente: "EL País" y FEB
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