lunes, 24 de marzo de 2008

Ser padres tanto en la casa cómo en la pista

Juan Carlos Mitjana lleva casi treinta temporadas arbitrando, veintitrés de ellas al máximo nivel nacional e internacional. Fue jugador hasta los dieciocho años, cuando decidió centrarse en los roles de entrenador y árbitro. Poco después conseguía el título de entrenador superior y arbitraba en la antigua 1ª División “B”.
Me ha gustado mucho el artículo que ha escrito en relación con las padres de los jugadores de baloncesto y su papel en la educación deportiva de sus hijos, por ello lo transcribo aquí textualmente, creo que puede responder a lo que algunos lectores del blog me habían demandado en relación con este tema.

Ser padres en la cancha y en la pista (Juan Carlos Mitjana)
Todos estaremos de acuerdo en que uno de los mayores problemas en el deporte de base es el comportamiento de los padres. Se quejan los directivos de los clubs, los directores técnicos, los entrenadores... Pero los que más sufren las consecuencias son los jóvenes árbitros que, como sus propios hijos, están iniciándose en el mundo del arbitraje y del deporte.
El comportamiento que se genera en la cancha se contradice, en la mayoría de los casos, con la norma de educación que toda familia debe o desea dar a sus hijos. Los niños no pueden castigar a sus padres cuando éstos cometen acciones que, hechas por ellos, serían castigadas de forma ejemplar.
Hay que hacer entender a quienes no lo ven así, que el hecho de jugar y entrenar es un complemento a la educación. Todos estamos formando. Formar es cambiar permanentemente la conducta del sujeto como resultado de la práctica. Los jóvenes adquieren con asombrosa rapidez conocimientos, hábitos, actitudes e ideales, y son por ello fácilmente influenciables. Aprenden e imitan todo aquello que observan: gestos, menosprecios, palabras violentas, incluso agresiones a árbitros y contrarios. Lo utilizan en primera instancia como recurso deportivo, si han observado que con ello se consigue el objetivo, pero pueden llegar a incorporarlo como una actitud normal si sus padres, sus líderes, lo realizan.
La práctica deportiva tiene un valor añadido porque refleja realidades y valores que los jóvenes se encontrarán más adelante en la vida. Se trata de un juego, que además se practica en una etapa de formación personal, y por tanto, el resultado es lo que menos debemos valorar. No olvidemos que “NO HACEMOS BALONCESTO” sino que “JUGAMOS A BALONCESTO”. Todos conocemos el problema, ahora tan solo hace falta ponerle soluciones. En algunas entidades se realiza una charla al inicio de la temporada a los padres, donde se habla de los objetivos deportivos y educativos, y se les pide una línea de colaboración con la entidad. Después, a lo largo de la temporada, no suelen intervenir, en la mayoría de los casos, cuando hay incidentes, sobre todo si estos van contra los árbitros. La Federación sanciona a los Clubs responsables del comportamiento de los padres, y tema resuelto. Dada la dimensión del problema y las escasas y poco efectivas medidas que se adoptan, debemos atacarlo desde la base, y aplicar el dicho “más vale prevenir que curar”. El daño producido es irreparable en la mayoría de los casos. Son los padres que van en la dirección equivocada los que deben ser capaces de reflexionar y de cambiar por propia convicción.

VALORES DEL BALONCESTO
1º) Equilibrio social y emocional.
2º) Dotes de mando y sentido de lealtad.
3º) Respeto a la autoridad y a las reglas.
4º) Adquisición de buenos hábitos de higiene.
5º) Sentido del civismo y equidad.
6º) Significado de deportividad, saber ganar y perder.
7º) Espíritu de colaboración y superación.
8º) Derechos que comporta la responsabilidad.

DISFUNCIONES DE PADRES
1º) Quieren que sus hijos jueguen más tiempo que los demás.
2º) No les gusta que jueguen los compañeros más malos, porque les hacen perder los partidos. 3º) Amenazan con llevarse a sus hijos a otros clubs, si no se les aceptan ciertas exigencias.
4º) Dan indicaciones a los hijos durante los entrenamientos y partidos.
5º) Critican las decisiones de los entrenadores y a los compañeros de sus hijos en público.
6º) Critican e insultan a los árbitros.
7º) Provocan enfrentamientos y amenazan e insultan a los jugadores contrarios y sus acompañantes.
8º) Les gusta hacer demostraciones en público de sus supuestos conocimientos del juego.
Todos debemos trabajar conjuntamente: los hijos en la medida que puedan, los directivos no aceptando estos comportamientos, pero no de palabra sino de hecho. Es un trabajo de consistencia, y de repetirles y hacerles ver que este tipo de comportamiento no les hace ningún bien a sus hijos. Como decía una carta publicada por unos alumnos del colegio LLOR a sus padres: “Que suerte tienen aquellos equipos en donde los padres y madres quedan para comer, para salir... después del partido”. Los jugadores, cuando salen del partido, después de haberlo dado todo, quedan como amigos.
Todos lo que han practicado deporte estarán de acuerdo en que las victorias y derrotas se olvidan pronto. Lo que se recuerda es la forma en que se consiguió. Intentar ganar como sea no es lo que da sentido al deporte en estas edades, y no se puede consentir “ENGAÑAR PARA GANAR”. Entendiendo por engañar, conseguir la victoria en el juego mediante la violencia directa o indirectamente.
Por último, no puedo dejar pasar la ocasión para defender con la voz más alta que pueda la labor de los árbitros en estas categorías: ellos también se están formando, y hay que dejarles crecer como árbitros y personas. Más adelante ya les podremos quizás pedir alguna responsabilidad de su labor.
El deporte, como actividad educativa y formativa, es una poderosa herramienta capaz de aglutinar esfuerzos y derribar barreras idiomáticas, religiosas, culturales y personales. Sepamos aprovecharlo para formar mejores deportistas, que en el futuro serán personas con responsabilidades y que ayudarán con su esfuerzo y su buen espíritu deportivo a una sociedad mejor.
Extraído de www.feb.es

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