Si Pau Gasol es el rostro de la jerarquía de España, seguramente Ricky fue esta vez la imagen del tobogán que recorrió la Selección. Con Sada fuera de juego, Llull negado y Calderón ausente en el segundo tiempo (siete minutos en cancha), el todavía joven Ricky (a veces cuesta creerlo) pasó de brillar por intensidad defensiva y ritmo de ataque a desesperar por riesgos excesivos atrás y ceguera adelante y de ahí a sobresalir otra vez por desgaste e intendencia: presión y ayudas asfixiantes sobre Nowitzki. No anotó pero sumó 5 rebotes, 3 asistencias y 4 robos. Y ejerció de base en la recta final del partido, cuando España convirtió el 57-56 a favor de Alemania tras la última canasta de Big Dirk en el 65-74 que tenía el partido muerto en el último minuto. Nowitzki apenas pudo recibir, apenas pudo hacer daño en los que suelen ser sus minutos, los de la verdad, y terminó desesperado y derrotado. Y eso, o el control sobre Kaman en ese tramo decisivo, son méritos que hay que reconocer a esta Selección que se afirmó con los Gasol y Navarro pero también con Ricky y San Emeterio en un sano ejercicio de flexibilidad.
(Foto extraída de www.terra.es/Deportes)
Antes y durante tres cuartos España sufrió mucho y, como ante Turquía, recibió parciales en contra tras cada estirón (de 18-26 a 27-26, de 46-54 a 53-54). Alemania, más corta de efectivos y de talento total, es un muy buen equipo bien agrupado por Bauermann en torno a Nowitzki. Un equipo muy peligroso que saca lo máximo de lo que tiene pero que está a un punto de hervor de aspirar a lo máximo. Benzing, un alero de 2'09 con posiblidades extraordinarias, está todavía tierno y sus mejores años llegarán cuando ya hayan pasado los de Nowitzki, ya un tomo de la historia del baloncesto. El tomo del fade away; el del diseño del ala-pívot moderno.
Las (controladas) rachas de Dirk y los habituales problemas de España en la defensa de los bloqueos, aprovechados por secundarios meritorios como Hamman, Herber o Schaffartzik, llevaron el partido al filo: 63-66 mediado el último cuarto. Los minutos que siguieron, los decisivos, fueron los mejores de España y endulzaron el sabor de boca de un triunfo instrumental en el camino hacia cuartos, uno que quizá ayude a que por fin España coja continuidad en su vuelo. Conviene quedarse con el triunfo y con ese mensaje final pese a las lagunas habituales en la rotación y en el juego. Serbia y Francia serán rivales más peligrosos, casi tan peligrosos como el esguince de tobillo de Pau Gasol, el jugador que define el qué y el quién de esta Selección y el que definirá seguramente el cómo y el por qué de este Eurobasket.
FUENTE: Juanma Rubio (DIARIO AS)
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