**Este artículo que he encontrado en mis habituales paseos por la red y concretamente en la página web http://www.martiperarnau.com, es de lo mejorcito que he leido en las últimas semanas y por eso os lo quiero transcribir a continuación, su autor Jordi Yuste (entrenador de baloncesto) analiza con meticulosidad la actuación del entrenador serbio con respecto a su jugador Nemanja Bjeliça al que mandó irse al vestuario en pleno partido**
Zeljko Obradovic: Marca Registrada (Por Jordi Yuste)
Fue en el verano del 2003 cuando tuve la oportunidad de ver a Zeljko
Obradovic en acción por primera vez, impartiendo cátedra en un clínic
organizado por la Asociación Española de Entrenadores de Baloncesto (AEEB). Por
aquel entonces, el serbio ya se había proclamado cinco veces campeón de Europa
en cuatro clubes distintos: Partizan, Joventut, Real Madrid y Panathinaikos
(por partida doble). Pero en esa época de mi vida no era capaz de valorar en su
justa medida el calibre de esos éxitos; era un entrenador referente, por
supuesto, pero nada más.
Recuerdo el contenido de su charla, los ejercicios que utilizó, las
situaciones jugadas e incluso el sistema de juego que nos enseñó y que cerraba
su clase magistral. Pero especialmente quedó grabado en mi memoria el momento
en que se dirigió a los chicos porque estos no se ejercitaban a la intensidad
que él quería y, a modo de ejemplo, relató que en su equipo, Panathinaikos, si
los jugadores no tenían una buena predisposición detenía el entrenamiento y les
obligaba a correr cien o doscientas vueltas alrededor de la cancha. Su tono y
su expresión fueron suficientes para convencerme que así era. Yo me lo creí.
Hoy sigo creyéndolo. Este pasado lunes nos enteramos, a través de unas imágenes
que llegaban desde Turquía, del enésimo cabreo de Zeljko, pero esta vez con
exageradas consecuencias, ya que echó de la pista y mandó al vestuario a
Nemanja Bjeliça cuando aún restaban unos siete minutos para finalizar el
final.
En las redes sociales el video causó furor y una reacción casi
unánime: “Qué grande, Obradovic”, “Genio y Figura”, “Esto
solo lo puede hacer él, crack!”, “Demostrando quien es el Jefe” y
por supuesto ningún apoyo al jugador, quedando patente que pese a su calidad
tiene colgadas ya muchas etiquetas que no le dejan en buen lugar en cuanto a
actitud, compromiso y esfuerzo al trabajo. Mi reacción fue la misma, no lo voy
a negar. Actitud de veneración absoluta al que consideramos el mejor entrenador
de Europa. ¿Quién más sería capaz de hacer lo mismo? ¿Quién tendría suficiente
potestad para hacer algo similar? Muchas opiniones derivaron en un técnico de
aquí, Aíto Gª Reneses. Y en eso, en un principio, estaba de acuerdo también,
aunque mi opinión al respecto cambió bastante rápido. Al día siguiente,
compartiendo el vídeo con un entrenador mucho más joven que recién empieza en
el mundo del entrenamiento, me di cuenta que alguna cosa fallaba en mí y en el
resto que hemos venerado, aprobado y casi puesto en los altares no a Zeljko,
que ya lo está, sino a su particular conducta de mandar a un jugador al vestuario
en pleno partido. Mi rápida y fugaz reflexión tenía que ver con la reacción de
mi compañero al ver el vídeo, la misma que tuvimos todos. ¿Cómo puede ser?
Conoce al entrenador obviamente, pero ¿su trabajo también? ¿Qué ejemplo se
lleva siendo él un entrenador joven, que justo empieza a entrenar? Sentí el
peligro en la posible influencia que hayan podido tener esas imágenes en mi
compañero.
Todos vamos cogiendo cosas de todos los entrenadores que vemos, lo que nos
gusta, sus sistemas de juego, pero sobre todo la imagen que proyecta el entrenador
y su comunicación muchas veces también son objeto de copia y se mimetizan,
llegando a modificar algunos rasgos y comportamientos en la persona que los
adopta. Y la imagen de Obradovic echando a un jugador del partido podría tener
connotaciones muy negativas en entrenadores jóvenes, que en la resolución de
conflictos o problemas con un jugador decidieran adoptar la estrategia del
maestro serbio.
¿Estrategia? Y por qué no.
No soy periodista ni empleado del equipo turco y mucho menos amigo de
Zeljko Obradovic, pese a que me encantaría, pero como entrenador de baloncesto
no me conformo en visualizar y dar por hecho que las imágenes hablan por sí
solas y no dan pie a nada más. Mis sensaciones y mi intuición me dicen que hay
algo más en esa reacción. Algo que está más cerca de la estrategia que del
castigo, que también, pero no en el grado y valoración que podamos hacer a
simple vista.
Fue así como después de pasar por la parte reflexiva-educativa y ver que la
acción que tuvo lugar en ese partido no sería un buen ejemplo para los
entrenadores y, especialmente, para los jóvenes, tomé otro camino en el sentido
más táctico-estratégico.
La dilatada y laureada trayectoria de Zeljko invita a pensar, y a deducir a
la vez, que estamos ante un hombre inteligente, listo, meticuloso y exigente,
pero ante todo un apasionado de su trabajo y del baloncesto. Como muchas veces
ha declarado, el baloncesto es su vida. Tiene claro que trata con personas
antes que con jugadores y que su respeto por la persona es sagrado, actitud y
modo de vivir que le fue inculcado ya desde muy pequeño por sus padres y más
tarde en el ámbito del baloncesto y del entrenamiento por el profesor Nikolic y
el entrenador Dusan Ivkovic.
“Las personas pasan por delante de cualquier éxito, victoria o campeonato”.
“Mi trato personal con cada uno de ellos es para ayudarles individualmente
y para buscar el bien del equipo y nunca habrá nada personal que afecte en la
cancha”.
“Cada vez que le corrijo y le hablo a un jugador quiere decir que me
interesa; si un día paro, entonces querrá decir que no me interesa nada”.
(Zeljko Obradovic)
Sus palabras más repetidas, y más este año, donde inicia una nueva etapa en
Fenerbahçe, son las de dar única y exclusivamente importancia al trabajo diario
de sus jugadores. Pero cabe señalar que una de las características que
distinguen a Obradovic del resto es la dirección de partido. Esta corresponde
no a lo que está ocurriendo, sino a la acción o situación que dará lugar a la
acción presente. Su equipo juega un partido en tiempo real; él lo dirige y
conduce un paso por delante de ellos. Limpia el camino, advierte los
obstáculos, enseña el sendero e invita a sus chicos a pasar por él. Cómo lo
hagan depende de la iniciativa y contrainiciativa de su equipo y el equipo
rival que esté enfrente. Zeljko se resume en:
Personas
Trabajo diario
Anticipación y proactividad
Con estas simples premisas, ¿cómo puedo no pensar que ese acto fuera una
simple estrategia? Si no fuera así estaría contraviniendo puntos como tratar,
simple y llanamente a un jugador y exponerlo al público o bien actuar de manera
reactiva, justo lo contrario a su estilo de dirección. ¿O es que piensan que
todos sus enfados en el banquillo son producto de conductas reactivas? Permitanme
decirles que yo pienso justo lo contrario, desde hace ya unas temporadas. Si
volvemos a las imágenes, la situación que provoca el cambio es una discusión
entre McCalebb y Bjelica en la cancha de juego, con el balón parado y cerca de
Obradovic, quien manda a Kleiza a sustituir al serbio. De mi particular
fotografía de la secuencia extraigo tres detalles:
De los dos jugadores, el que sufre el castigo es el más joven, ante la
veteranía de McCalebb.
Bjelica es serbio, como Obradovic. El único serbio de la plantilla entre
los jugadores.
El contacto físico que se da entre entrenador y jugador en el
acompañamiento a irse fuera de la cancha.
Bjelica puede estar agradecido de que Obradovic se tome tantas molestias
con él, en relación a su concepto de indiferencia y sus consecuencias. No es
que McCalebb sobre, claro está, pero el futuro pasa o debería pasar por
jugadores como el serbio. ¿Y si estaba pactado el affaire entre
dos personas que comparten nacionalidad, cultura , idioma común, admiración
mutua y un modo particular de vivir el baloncesto? No lo descartaría. No digo
que estuviese pactado el lugar, la hora y el modo de hacerlo, pero sí que
hubiera el conocimiento por parte del jugador de que ante cualquier conato de
altercado, el entrenador reaccionaría de manera contraria a él, sobreactuada,
pero ejemplar de cara el equipo. Hace un par de años tuve la oportunidad de
trabajar durante un corto espacio de tiempo en Serbia, en las filas de un club
de Belgrado, y pude comprobar que allí el baloncesto es una religión. Que los
jugadores y entrenadores tienen una cultura totalmente distinta a la que
estamos acostumbrados en España o, por lo menos, lo que yo he visto hasta el
momento por aquí. Una de las experiencias que me impactó en el marco de la
competición fue la relación que tenían el entrenador principal y uno de los
jugadores veteranos de la plantilla.
El equipo estaba formado por jugadores muy jóvenes, entre los 17 y los 20
años, y tres jugadores más experimentados. Para los jóvenes, la exigencia era
terrible, el trato y las maneras de relacionarse eran con total ausencia de
respeto en la cancha. Dictatorial, sí. Con los veteranos era todo lo contrario,
excepto con uno de ellos, con experiencia internacional y sin duda el mejor
jugador con el que contaba el equipo, que recibía palos como un joven unos días
y trato de mariscal en otros. En un partido que no iba bien, el marcador era
favorable pero las expectativas eran más altas debido a la entitad del rival,
el entrenador estuvo encima del veterano durante todo el partido,
recriminándole todos y cada uno de los errores pese a que era de los pocos que
anotaba. Lo peor eran las formas, los gritos, los insultos que le prodigaba al
jugador. Hasta que en uno de estos altercados, y durante un tiempo muerto, el
jugador, que antes aguantaba sin rechistar todos los órdagos del entrenador, se
atrevió a replicar con tono alto y desafiante. Lo echó del campo, lo mandó a
los vestuarios. Yo no entendía nada. Durante la semana me acerqué al jugador
para comentar con él lo que pasó, que desde mi punto de vista era
incomprensible. La respuesta fue breve y clara: “No te preocupes, los
dos estábamos interpretando un papel para que los jóvenes del equipo
reaccionaran; si se comporta así conmigo, ¡cómo no va a comportarse con los
jóvenes, pensarán que a ellos los mata!”. Y entre risas suyas y mi
perplejidad nos dirigimos a la cancha para empezar el entrenamiento de la
tarde.
La conexión mental de mi experiencia con las imágenes del partido de
Fenerbahçe fue total. Camaradería absoluta entre serbios. Solo ellos entienden
que cuando gritan, tan solo hablan, y si impera el silencio, preocúpense,
porque es el peor síntoma de que las cosas están feas. Obradovic echó al
jugador, pero se tomó la molestia de acompañarle hasta la salida del área del
banquillo, enfilando el camino del vestuario. Para mí es significativo cómo le
lleva agarrado; el intercambio de palabras también creo que es clave. En ese
breve tiempo en que sucede el hecho veo una actitud muy paternal en Zeljko
Obradovic que humaniza el problema, le quita trascendencia e invita a la
reflexión sosegada por parte del jugador en el vestuario. Y que de allí no
pasará. Sensaciones que tiene uno, cuando lo fácil hubiera sido echarle a
gritos, gestos, aspavientos y con la cara roja como el demonio del entrenador.
¿A dónde quiero llegar?
Zeljko quizá busque una reacción o, mejor dicho, un punto de inflexión en
un equipo de nueva construcción que ya ha superado el ecuador de la
competición, que en la liga doméstica no obtiene los resultados esperados y en
Europa está en plena fase de clasificación para los cuartos de final en un
grupo muy muy igualado.
Puedo pensar, y también Zeljko Obradovic, que este suceso puede actuar de
revulsivo y motivación para algunos jugadores. Voy más allá. Todo el mundo
esperará una gran actuación de Bjelica en el siguiente partido, pero quizá el
mensaje no era ni para el serbio ni para McCalebb, sino para Kleiza, jugador
estrella que ocupa la misma posición de Bjelica pero que hasta ahora está
realizando una discreta temporada.
Hoy el Fenerbahçe visita el Palau Blaugrana para medirse por cuarta vez
esta temporada al Barcelona de Xavi Pascual, Navarro, Papanikolaou, Tomic y
compañía. El balance es de 2-1 para los azulgranas. Y en el recuerdo del
partido que se disputó en el Palau en la primera fase, Kleiza hizo un partido
horrible, bajo los efectos del síndrome del jugador que juega por vez primera
en el santuario culé, que no se encuentra cómodo ante el rugir de la afición en
partidos importantes de Euroliga.
Obradovic sabe que el punto de inflexión que supondría para su equipo ganar
en el Palau es muy importante. Cuando la primera plaza parece definida en favor
del Barcelona, restan tres más para cinco equipos, que suman prácticamente las
mismas victorias. Ganar hoy le otorgaría un plus de confianza y estabilidad a
un proyecto que ya de por sí se espera que sea ganador con la sola presencia de
la figura del entrenador serbio.
A todos esos condicionantes añadiría otro más: la importancia de la segunda
plaza, porque en el otro grupo espera, supuestamente, el gran favorito a ganar
la competición por su estado de forma y nivel de juego altísimo que ha ofrecido
hasta ahora, el Real Madrid. El cruce con el tercero o el cuarto del grupo de
Fenerbahçe a priori será el cruce de una muerte anunciada, en
favor de los hombres de Laso.
Ante todo lo que está en juego, ¿no pensáis que puede haber algo más que un
simple castigo en la decisión de Obradovic de expulsar al jugador?
¿A un entrenador que ha ganado ocho Euroligas se le puede desasociar un
hecho como el del lunes, si no es que busca una reacción individual y colectiva
del equipo?
Con una identidad forjada a base de títulos, bajo el amparo y protección de
la ley, la exclusividad de marca se la lleva un nombre propio: Zeljko
Obradovic.
Aunque todo podría tener una simple y sencilla explicación, cierto es:
“El baloncesto es un deporte sencillo que los entrenadores hemos convertido
en complicado”.
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